En el barrio le llamaban el gallego, aunque con los años supe, que era de Extremadura. 
Solo una vez fue a mi casa, a la suya, en un momento crucial de mi vida, yo fui muchas. Su memoria y clarividencia fueron fundamentales para sanar mis heridas.
Mi casa era de las pocas que tenía televisión, un mundial había hecho que mi padre se pegara el dispendio que mi madre reprochó a viva voz, hasta que comenzaron a dar una una serie policial que la enganchó.
Cuando había grandes acontecimientos, el salón se llenaba, pero siempre salía la frase:-Pero como el día de Franco, nunca.
Y ahí se armaba la discusión porque siempre había alguien que decía que cuando el entierro de Perón había más gente.
Lo cierto es que Miguel, el gallego, fue a mi casa, y cuenta mi madre que se quedó en la puerta mirando fijamente las imágenes de como enterraban al dictador. En silencio, con los ojos húmedos y la boca apretada.
Luego se marchó.
Años más tarde, cuando comencé a leer obsesivamente los informes de la dictadura militar uruguaya, fue con Miguel que lloré al ver el nombre de mi padre en la lista de los torturadores.
Fue él y luego Dorita y Diva, los que me convencieron que una cosa era mi padre y otra yo, que tenía que parar de pedir perdón por algo que no había hecho.
Fue su voz pausada, la que me reconcilió conmigo misma.
Esa tarde, puso un vasito de caña en mi mano y me contó de su madre, y de su hermana a las que habían rapado y paseado desnudas por el pueblo.
Del novio de su hermana que fue uno de los que entró al cuarto donde la encerraron y ya no salió viva.
De su padre y su hermano que habían muerto acarreando piedras para un monumento a la persona responsable de sus penares.
Su hermano el que había estudiado para maestro, que tenía manos para piano, no para piedras. Su hermana que soñaba con tener una tienda de ropa que ella confeccionaría, y murió desnuda.
Y luego él, que apenas rota la niñez fue subido a un barco por un amigo de la familia, para que se buscara la vida.
Cuando le pregunté como podía seguir viviendo, me dijo que vivía por los que habían muerto. Vivía para ver algo que igual no vería.
Pero ojalá tu, si puedas ver , como la tierra donde yace mi familia, deja de ser la misma tierra de un dictador. Por lo menos esa dignidad, pido para los míos.
Por eso hoy me he puesto delante de la televisión, por ti gallego, amigo de lecturas libres, de miedos derrotados, de ignominias sin justicia.
Por ti va éste chupito.

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