Hubo una época en que las dos caminamos las mismas calles, hablamos con la misma gente, nos sentamos en las mismas sillas de un bar, dejamos resbalar la mirada por el mismo río, comimos las mismas naranjas, saltamos las mismas plazas, leímos los mismos libros de la biblioteca. Y sin embargo no nos vimos.
Hubo unos días donde solo unos metros nos separaron, y a poca distancia nuestros corazones se rieron, lloraron, enamoraron y fueron traicionados casi a la vez. Y casi nos conocimos en ese hilo escenario-platea.
Hace unos meses, a miles de km de nuestro origen, ella me encontró. Yo la he descubierto. He visto con sus ojos como las mismas calles podían hablar distinto, las mismas personas, tener otras caras, las mismas historias, tener otras voces.
He ido conociendo su historia y yo le he contado la mía mas secreta.
Ella sabe de mis cuatro espinas, yo se de su morir en vida de hace unos años y de su hermoso renacer.
Hoy las dos hemos vuelto a casa y en un largo abrazo nos hemos reconocido.
Saber que su soledad era tanta que podía llenar esta ciudad, me daña por no haber hecho nada. Se que tengo la disculpa de la ignorancia, pero nunca se deberían ignorar esas cosas. Saber que sus noches eran un agotamiento para embotar sus penas, me hace sentir que no cumplí con uno de mis deberes como ser humano.
Me queda el consuelo de que hoy, es la mujer que siempre había querido ser, me queda la certeza de que ahora que nos hemos encontrado, tendremos por delante muchas horas de conversaciones largas.
Las dos traemos la mochila de la vida cargada, las dos nos hemos hecho fuertes, las dos nos reímos todavía y eso es una maravilla, que nos hace celebrar este encuentro

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