Será que es sábado, día habitual en mi infancia para ir a la catequesis en la capilla de mi barrio, que voy a empezar con un slogan.
“Quien ama comparte”
Para amar, para emocionarse con algo o con alguien, no hay que tener doctorados, ni títulos de propiedad, otro slogan:- “si amas algo déjalo libre”
Así de beatífica andaba yo el día que marché a echar una miradita al románico que correspondía al calendario de éste año.
Tenía que contar para bebés en la Biblioteca de Ourense por la tarde y entre escenografías y equipos de sonido, metí la Nikon.
Y a partir de esa primera y rápida incursión, el cosquilleo que se repite año a año.
Me gusta mirar cada iglesia como si llevara conmigo un motor a dos tiempos, muevo pies y cabeza a mucha velocidad, mientras mis ojos recorren cada ángulo, curva, hueco.
Igual alguien piensa que estoy loca, pero hay un momento en que la piedra me habla, me sonríe, me gruñe, me azuza y finalmente sonríe, cuando me ve enfocar en el lugar que le gusta. Como cuando te pica la espalda en ese punto que solo encuentra la mano que bien te quiere.
Se que alguna vez no he acertado, lo sé porque al regresar, con otro cielo, otro viento, veo otra cosa. Pero ella que es eterna, me perdona.
Pero éste año, pasó algo maravilloso, también algunas odiseas que contaré otro día, pero os aseguro que éste año, escuché voces, risas, música.
Debe de haber sido el tímpano de Ucelle que marcó el ritmo, porque yo sentí el labrar de los canteros, componiendo una melodía alegre que se extendía por los campos.
Mientras zigzagueaba alrededor de una carretera que acerca o divide las parroquias del ayuntamiento de Coles, repiqueteaban las llaves de las guardianas del patrimonio que cancelaban Pilates por abrirme su iglesia o dejaban la olla a un lado mientras me sostenían la escalera al cielo que me dejó mirar a los ojos los maravillosos capiteles de San Eusebio da Peroxa.
El cura habla con su tocayo el sacristán y se gastan bromas sobre cual estará más tiempo entre nosotros, mientras me cuentan que el Santiago sedente que estoy fotografiando no salió nunca de su iglesia, ni para la expo de Santiago (Galicia Pétrea) ni para otra de Europa en Bruselas.
Me guardo como oro en polvo la técnica utilizada por los vecinos para convencer al cura de entonces.
Después y como siempre, al revisar todo el material en casa, descubrir que hay fotos como para hacer un calendario de 52 hojas con una foto preciosa en cada una.
Con las compañeras de O Sorriso elegimos y combinamos con los textos que éste año más que nunca cobran sentido.
Si no me creen, busquen el calendario y dediquen un par de fines de semana a recorrer con calma el románico del Concello de Coles, del que seguramente conocen Santiago de Gustei o el exterior de alguna otra pero lo demás, seguro que les va a sorprender como a mi.