Nada como poner sobre papel ( léase pantalla) un proyecto de esos en los que pones toda tu energía durante meses.
Detesto el lenguaje administrativo, utilitarista, ese que te obliga a centrarte en objetivos, indicadores cualitativos, cuantitativos, metodologías, idoneidades, cifras.
Pero entras al juego porque sabes que la supervivencia de un evento cultural tienes esas asperezas (para los que somos creadores y artistas)
Supongo que tiene mucho que ver con el escrutinio, que inevitablemente tomas a nivel personal. Es tu niña al fin y al cabo.
Pero entonces, cuando más perdida estás entre resultados numéricos y proyecciones, sucede un milagrito.
Esas cifras son la traducción objetiva de miles de pequeñas cosas emotivas, bonitas, dulces…y respiras.
Como ese reflejo que no viste en la ventana de Santa María de Trazo, mientras trasteas con torpeza en una Nikon vintage, de esas que tienes que usar con rueditas en la parte superior, para medir iso, diafragmas e exposiciones, sin automatismos.
En el instante extraño de éste verano del norte, en que por un lado del cielo llueve, por otro sale el sol y un trozo celeste choca con un nubarrón, sucede la magia, allí en una esquinita.
Nada como volver al principio, para ver que aunque todo indica que no y que no, has caminado, has aprendido…y mucho.
Buen domingo, que os brille el sol