A priori Creta, con la masificación de turismo que tiene hoy en día, no es un sitio ideal para ir de vacaciones.
Y sin embargo lo fue y todo sin ver prácticamente gente, ni en los yacimientos arqueológicos ni en playas.
El motivo, tan simple como mudar el rumbo.
En lugar de coger de Heraclión al oeste con sus etiquetas de instagram de «pueblosbonitos», cogimos al este y sur de la isla.
Y fue una gozada.

La excepción a las masas, como es lógico, fue la visita a Cnossos.
Quien en algún momento de su vida disfrutó de la mitología griega y leyó la historia del laberinto del Minotauro sabe que estar en Creta y no ver el palacio de Minos sería imperdonable.
Para cada viaje intentamos leer del sitio, ver películas y documentales…
Rebuscando en películas ambientadas en Creta, descartamos varias americanadas de amor cursi en la isla y disfrutamos una noche de julio “Emboscada Nocturna” una historia de partisanos y nazis de 1957 para comenzar a meternos en el paisaje montañoso de la isla.
A nivel patrimonio vimos un documental de Peter Eeckout, un arqueólogo belga que visita los yacimientos minoicos más importantes, y presenta una relectura del yacimiento de Cnosos, que lleva a cuestionar el uso como palacio, que propuso el arqueólogo Arthur Evans cuando excavó allí a comienzos del s. XX. También la función del llamado Salón del Trono y del patio central se ponen en cuestión.
La nueva interpretación me fascina y más si para ambientarme decido llevar en el avión “Ariadna” de Jennifer Saint, una relectura del mito que da protagonismo a las mujeres olvidadas y castigadas siempre por las acciones de los hombres y dioses que las rodean. Ariadna y Freda no cuentan los mismo que Teseo.
Así que igual al palacio de Minos habría que cambiarle el nombre y no por capricho, evidencias arqueológicas e investigaciones científicas así lo afirman.
Pero en todo caso, mientras recorres el pastiche imaginario que es Cnossos, es inevitable admirar la fuerza de un relato.

Cuando Evans excavó en Creta, quería encontrar yacimientos que encajaran con su discurso y con los mitos y no se cortó un pelo en pegar en un panel trozos de diferentes estatuas para crear un rey Minos que no lo es, ni le importó llamar a sus colegas pintores modernistas para que de unos pequeños trozos de mosaicos imaginaran las preciosas Damas de Azul.
Ni mucho menos en coger cemento armado y darle forma modernista a alguno de los recintos del Palacio.
Da igual que en los paneles ya se expliquen los hallazgos actuales donde el palacio de Minos y su sala de trono y sacrificio pasa a ser un espacio religioso de sacerdotisas, con espacios socializantes comunes, plazas, recintos de almacenaje ritual, teatro etc
Los guías a viva voz repiten el viejo discurso y la gente, corre para ver el laberinto del minotauro, que más parece el corral de carga de las ovejas de mi abuelo que un espacio de terror.
Repito, admirable fuerza de un relato que dura un siglo y que, pese a no ser cierto, sigue llamado a millones para verlo y fotografiarse.
Hay que reconocer que seguramente sin ésta inventatio de Evans, Creta, cuna de la civilización griega, no sería reconocida como lo es hoy en día.
Y ese mérito se lo doy, el resto es patear la isla para maravillarte en solitario, sin colas para hacerse una foto, ni escuchar comentarios estúpidos de personas que no saben ni donde están.

Allí están Gournia, Festos (por la tarde), Gortyna, Zakros, Malia, Chamézi, Praso, Mirtos…
Pequeñas iglesias románicas, puertos de 3000 años, monasterios de pinturas patrimonio de la humanidad…

Ya os iré contando y recontándome a mí misma, para disfrutar otra vez de un viaje que se pone en la lista de mis lugares favoritos en el mundo.


