Llegamos a Praga un día frío, de cielo celeste profundo y nubes blancas intensas. Las plazas llenas de puestos decorados con cintas y huevos de Pascua. Las maletas rodando por entre los adoquines, mientras mi cuello se descolocaba suspirando cual niña pequeña en cada fachada. Gago tuvo que recordarme, que era mejor dejar todo en el hotel y luego salir.
Se puede decir que zigzagueamos Praga, la recorrimos por sus calles exteriores, las que rodean cada manzana y por las que trazan las galerías. Calles interiores, cubiertas de artesonados de cristal, lámparas Art decó, mesas de café tan bonitas que te las llevarías a casa y una tipografía ….de enmarcar, madre mía. Lo quería guardar todo en mi retina para siempre.
Litros de cerveza, por supuesto, muchos Trdelnik, un dulce con azúcar y canela que devoré con vasos de vino especiado caliente. Cientos de edificios, cada uno con su historia, decenas de teatros, museos, galerías de arte, puertas con herrajes maravillosos. Y la maravilla de decodificar las capas y capas de historia que se superponen en la ciudad.
En las tabernas tradicionales, quien sirve las cañas te deja un papel con una marca por cada cerveza que pides, dejo hoy aquí la primera. Espero tener tiempo los próximos días de contaros más. Porque abril, dia del Libro y mayo día de las Letras, mas organizar Atlántica…. es sinónimo de poco tiempo. Pasen buen domingo!

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