CRONICAS DE HOSPITAL
A diferencia de Evangelina, a Emilia la miman hasta por demás.
Ya he perdido la cuenta de hijos, nueras, nietos, nietas que la besan, le hablan, le animan.
Después del segundo ataque en un mes, toda la familia permanece cerca. El mapa de la emigración gallega se dibuja alrededor de la cama. País Vasco, Castilla, Suiza…
Pero Emilia parece que pelea contra gigantes, sus piernas no paran, se quita sondas, resopla. No sabemos cuanto hay de real, cuanto de reflejo, pero mucho pozo hay en una mujer que lleva la vida entera mirándole la cara a la adversidad y me da a mi, que si se la llevan, no será de gratis…
La operaron de tiroides en enero, sin embargo en semana santa cuando la familia la buscó, no se asombraron de verla venir desde el monte con una bolsa de piñas en la cabeza y otras dos en cada mano.
Es menuda, pero su espalda es como una vela de dorna, amplia y clara. La misma que vio como el hombre se iba una y otra vez al mar dejándole el cuidado de los hijos y de la casa.
Esa casa que se hizo pequeña para criar los propios y los que la vida agregaba. Los hijos de otro hermano que llevo el mar, de una prima que perdió el norte…y todos esos niños, como atraídos por su mirada larga, descalzos, con frío llegaban a su puerta y ya no marchaban.
Si hay para uno hay para dos…
-No se cómo lo hacía me dice la hija-si yo creo que ni cuatro camas había y ahí cada noche dormíamos un montón.
Con tal de que no nos faltara, también hacía el jornal de otros. Y allá que se iba por las otras fincas, luego de arreglar la nuestra a seguir zachando. Todo el día.
-Si vieras como tiene la huerta, patatas,tomates, maíz…
Isabel, la nuera de Suiza, entre descripciones del cantón, me cuenta como sus niños se quedaron con Emilia unos años, hasta que se pudo reunir la familia.
-Pensas que lles meteu cousas na cabeza? Ná, os nenos sabían moi ben o que estaban a facer os pais polo mundo diante.
Eu estaba alá, e cando tiña moita angustia, pensaba nos fillos e os imaxinaba con Emilia, ao carón da cociña, cunhas papas e os contos dela. E durmía tranquila.
Las ahijadas la peinan, le abanican
-Madriña, ya verá que va a estar bien. Y nos tomaremos juntas otra vez el tazón de leche. Mire madriña que compré un cepillo nuevo para que me peine como a usted le gusta.
-Emilia, ya volveremos a conversar de nuestros hombres, se acuerda? Cuando hablábamos para entender porque eran como eran. Dios le tiene que devolver a usted todo lo que ha dado Emilia. Ya verá como volvemos a casa, que su gato la está esperando.
Hasta el nieto informático, monta guardia con el ordenador en las rodillas. Y entre actualizaciones y correos le acaricia la nariz y la oreja, un gesto que me parece a mi que repetía ella mucho con él.
Miro la «finca» de Emilia, lozana, abundante, plena, labrada sin descanso, desde madrugadas heladas, a tardes grises…
Sus dedos nudosos navegan por la sábana y de repente se cruzan con los míos, dice el médico que tiene el corazón mejor que el suyo, que solo por eso resiste…
Ay, estos hombres Emilia, que parece que aun no saben que si, que hay ciencia, pero donde hay corazón…se alimenta uno, se alimentan dos…
Fotografía Manuel García Castro «Magar»

 

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