Fotografiar los dulces y productos de los conventos y monasterios de Galicia, parecía al principio una tarea de muchos km y de algunos kg extras luego de probar tantas delicias.
Los km, se han hecho, los kg si están bien los valen, pero ha habido un regalo extra, algo inesperado. Algo dificil de explicar.
Dicho con todo cariño, la Clausura es algo que a los seglares, nos infunde mucho respeto.
Hasta nos resulta incomprensible en muchos casos.
Tal vez el propio hecho de ser algo que quienes quedamos fuera no vemos jamas, inunda de ideas y prejuicios que a poco de hablar con cualquiera de las hermanas o frailes, se desmontan como un castillo de naipes.

Evidentemente cada convento o monasterio es un mundo, pese a pertenecer muchas veces a la misma orden, pero si que hay muchas cosas en común.
Creo que la apertura que en muchos de ellos se vive, ayuda a desmitificar y a conocer sin miedos ni prejuicios una opción de vida diferente.

Tengo por norma ser tremendamente respetuosa y agradecida con quienes con generosidad, te abren su casa, su corazón, su día a día. Tal vez por eso estoy tratando de elegir las palabras con cuidado. Con el mismo cuidado con que ves a las monjas o los frailes caminar por esos largos corredores.
Cuidado, pero prisa también.
Uno tiene la sensación de que vuelan.
Entre claros y oscuros de luz y sombra, atraviesan claustros kilométricos. No conozco mejor gimnasio. Sinceramente.
Si tengo que decir lo primero que a uno le viene a la mente cuando entra a Sobrado dos Monxes, a Oseira, a Ferreira de Pantón o a Viveiro es la sensación de pequeñez.
Esos muros, altos, gigantes a veces, parecen inmensas compuertas que controlan el flujo de la vida externa.
Todo empieza con una llamada, una voz pausada, dulce, da el nombre del convento, comentas para lo que llamas, del otro lado invariablemente un comentario agradable hacia el proyecto,los que hablan menos, los que mas, comenzarán a contarte como San Francisco, llegó a éstos lares en pregrinación y que bien que se haga un libro sobre ese aniversario, y que cosa que ya 800 años y que vete a saber si no probara ya los almendrados, que santo era, pero lo que hacen las monjitas, una bendición, y que seguro que llovia como ahora, y como quitarse aquel frío, que bien, que maravilla…le paso con el Prior que yo soy el Hermano Portero y esas cosas las lleva él.
Así que vuelves a empezar.
En muchos nos autorizan a recorrer los edificios y fotografiar las zonas mas destacables, en otros podemos fotografiar a las hermanas en plena faena y en otros solo el torno, o solo el producto y el exterior del edificio.
El mapa de Galicia, se vuelve un croquis, que a poco de empezar hay que replantear.
Los ritmos no son los mismos. Rapidamente aprendemos a ubicar en nuestros relojes, la tercia, la nona, es decir despues de las nueve y antes de las tres.
El «sin pecado…» de los tiempos de la catequesis, vuelve a nuestro vocabulario.
Entras y la luz de las vidrieras o de los claustros impacta, es bella, suspendida en el aire.
Luego el frío y la humedad. Después de un rato, sientes que los dedos, no responden igual sobre los botones de la cámara. Sin embargo mi prisa, mi ansiedad por hacer todo rápido y molestar lo menos posible, contrasta con su paciencia.
Me gusta conversar y a ellos y ellas, también.
La constante es encontrar congregaciones cada vez mas pequeñas o de mucha edad, en edificios inmensos, caros de mantener y de calefaccionar.
En todos los sitios, se repitió la historia, la búsqueda de la autogestión del edificio a traves del trabajo de la congregación.
Las hermanas de Trasmañó, son un ejemplo, dejaron su antiguo convento en Pontevedra, rodeado de edificios que les quitaban toda privacidad, y se construyeron uno nuevo, trabajan a una velocidad dificil de fotografiar, son un engranaje perfecto de actividad incesante, rien, hacen bromas, me piden que las saque guapas, que tire de photoshop, que les mande luego por mail algunas fotos para tener de recuerdo.
Me cuentan de su biblioteca, de sus reuniones de comunidad, de las visitas que hacen a otras hermanas que tienen una Congregación mas pequeña que la de ellas. «Vamos a llevar un poco de nuestra alegría, que a veces, principalmente las hermanas muy mayores, se nos ponen un poco mustias»
Me sorpende eso e Isabel, la Madre Superiora, me comenta que ellas son unas privilegiadas, que han podido con su trabajo, pagar sus deudas, vivir y además ayudar a familias que lo necesitan. «Nosotras somos felices, es un sentimiento casi egoista, me dice otra de las hermanas, cada vez que visito la familia, quiero regresar a la paz que tengo aquí»
Y eso no quiere decir que no sepan que pasa en el mundo.
Las Hermanas de Tui, han cambiado el horno de siempre por uno mas moderno, y pagan las consecuencias,ya que hasta que le encuentren el punto, los pececitos almedrados no saben igual, se los han comentado, «prueba y verás»
La Madre me enseña el retablo barroco de la iglesia, muchos pecesitos costó repararlo!, y ahora vamos a por las humedades de ésta pared y luego…Luego si Dios me da vista, quiero hacer el vestido del niño Jesús, es lo que corresponde que yo lo cosa y borde. Me enseña una casulla primorosamente bordada en hilos dorados, donde los peces son el centro y lo imagino preciosa a esa túnica.
Los monjes de Samos, no son menos, a su tradicional licor, quieren agregar ahora que está de moda, la ginebra Pax que vendieron durante tantos años. Rebuscando en la hemeroteca del ABC, se pueden ver anuncios de Cunqueiro tomando un gin tónic de Samos.
Por ser de la orden que son, el Prior de Samos, ese señor tan amable con aspecto de bodeguero de Burdeos, es el cuarto Obispo de Galicia, eso impone, pero mientras a velocidad de vértigo camina dando indicaciones de que nos abran la farmacia y la Sala Capitular, atiende el teléfono, se mueve por el patio buscando cobertura, coge un libro, coordina algo con otros hermanos, solo sientes la necesidad de salir de en medio o de ponerte a trabajar al mismo ritmo.
En Ferreira de Pantón, como en otros conventos, el fantasma de la enfermedad, les retacea manos, aunque ahora, al igual que en otros conventos estan llegando refuerzos. En Pontevedra desde México, en Cuntis de la India y en Pantón de Tanzania.
Paushina es la que mas rápido está aprendiendo castellano y me cuenta que lo que mas extrañan es el frío, pero lo que mas valoran es la paz y seguridad que ahora tienen.
Han aprendido rapidamente las recetas, una de ellas ya se encarga muchas veces de la emblemática Rosca de Pantón. Los vecinos del pueblo saben de su presencia y concurren a comprar coquitos o almendrados con mas frecuencia y tratando de ver a alguna de las negritas.
Cuando la Madre Cruz, les cuenta que han tenido muchos gastos «por las gripes que cogieron, pobrecitas, no estan habituadas a estos fríos, la ropa, los techos», los vecinos se estiran, revuelven los monederos y llevan pastas extras. En el pecado llega la penitencia.
El Convento de Miraflores es otro gigante que se mantiene impecable a fuerza de brazos…de gitano y de lampreas de almedra y de tartas de cabello de ángel. El saludo Navideño de muchas oficinas públicas, ha sido durante décadas un mazapán delicioso que las monjas aprendieron con sus hermanas de Toledo. No hay cumpleaños de Viveiro que se precie que no se celebre con un dulce del Convento.
Las Clarisas de Ribadeo mantienen un torno que parece una pastelería, las vitrinas de cristal rebosan de pastelones, colinetas, hojaldres, empanadas, tartas y almendrados. Solo abren en fin de semana y si quieren algo especial, reserven y vayan pronto que la cola llega hasta afuera.
Algunos conventos, ya sea por el producto que elaboran o por la cantidad de manos que disponen, se han industrializado, otros se mantienen con obradores tradicionales, pero en ninguno de los casos esperen ver, la estampa de una olla oscura sobre fuegos, un marmitón añejo de madera o luces tenues.
Sus cocinas son la vanguadia en cacharros, con todos los requisitos sanitarios. Da igual que sea el dulce de leche de Oseira, de deliciosa textura y sabor como el de mi abuela, elaborado en una pequeña planta industrial capaz de procesar 1500 l de leche, o la tarta de Santiago de las hermanas de Sanpaio de Antealtares.
Los Monjes de Oseira, no tienen ningun fraile uruguayo o argentino, simplemente hicieron números, la leche está muy mal pagada, lo sabe bien cualquier productor, apostaron no por lo que podía ser radicoinal en esa zona, el queso, sino por el dulce. Cuando lo prueben me cuentan, una delicia.
Ir a Sobrado dos Monxes, es reencontrarme casi con amigos,me pasa como con Ferreira, donde ya estuve cuando realicé las fotos para Ao Pé do Lar, una vez mas me encuentro con el Hermano Luis, el incansable, es pintor, sabe de arte como el que mas, dicen que era diseñador en Londres, lo cierto es que está hablando contigo llegan peregrinos y visitantes y pasa al francés y al inglés con una facilidad pasmosa.
Coge a Jorge, el productor y le dice que tiene un perfil judio muy bueno, su ojo de artista está siempre a la caza de modelos, ya me pidió en su día para que le posara de María Magdalena, o ahora para cualquiera de los personajes zefardies, «con estos razgos tan exóticos» que necesita para las 44.000 estampas con las que está ilustrando la primera Biblia Digital de Galicia. Ya lleva la mitad!
Me pregunta que necesito, le digo que intento usar la luz natural de los conventos, recrear una escena de café a media tarde, con unas pastas y el licor. Desaparece y regresa con una caja, con porcelanas, mantel blanco bordado y una maravillosa bandeja, le pregunto si es florentina original, sonrie complice:-Siglo XV-y de repente somos dos artistas creando un bodegón en medio de la luz dorada que pasa por las cristaleras.
Cuatro disparos, cambiamos una copa de sitio, para equilibrar y para dejar un leve reflejo en la servilleta, otro mas, ya está la foto.
Cuento éste ejemplo del Hermano Luis, pero podría contar decenas de ejemplos, en cada Monasterio, encontré una sensibilidad especial hacia el Románico o el Barroco que nos rodeaba, hacia, las piedras o las maderas con las que conviven y perviven. A ellas les dedican mucho esfuerzo, en muchos casos es una carga económica muy pesada, la de mantener ese patrimonio maravilloso.
A todos ellos se les ilumina la mirada hablando de sus santos, de sus retablos, de sus claustros, de sus salas capitulares.
Hace algunos siglos, las Hermanas de Pantón cogieron prestada su dote para comprar las tierras donde estaban los almendros que les abastecían, testigo es el mortero de madera que está en su pequeño museo, hoy en cada Congregación, unos y otras se afanan con las manos enharinadas y la sonrisa ancha, para luchar contra la carcoma, las humedades y las grietas y para mantener la tradición de los dulces y licores conventuales.

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