En las mañanas de Reyes de mi infancia aprendí a defender la ilusión contra viento y marea. Mientras vivió mi padre y él fue el encargado de la carta a los Reyes, los despertares fueron de abundancia, pero cuando se fue a recorrer los mundos de más allá, mi madre hizo lo que pudo. Supongo que pasar a ser de la noche a la mañana de señora a criada, de ser una señora de despensa llena a armarios vacíos, de ser «de bien» a ser de nada, hizo que sus horas se llenaran de preocupaciones tan terrenales, como que poner a la olla, dejando de lado la ardua tarea de ser cartero real. Así que más de una vez mi hermana y yo, nos encontramos en los zapatos Bergantiños de tercera mano (eso si, súper lustrados para la ocasión) con unas bombachas y unas medias, más necesarias que placenteras o con algún Parchís para compartir. Sin embargo no desistí, año a año, renové mi ilusión y me obligué a seguir soñando que había una explicación lógica al hecho de que la bicicleta roja, o los patines, o la Rayito de Sol rubia, se fueran a casas de otros niños y nunca a la mía. Variaba de hierba, de agua, de galletas, de pan, incluso llegué a dejarles unos ticholos (dulces de guayaba) brasileños de contrabando que había comprado con la moneda de un mandado.
Sin embargo un año algo fue distinto, en el comedor, entre un sillón y la puerta, aplastando nuestros zapatos, apareció una maravilla…un enorme teatro de títeres, tan enorme como la caja de la nevera nueva de los vecinos de enfrente.
Tenía unas cortinitas, iguales a una blusa que a mi hermana le había quedado pequeña y un cajón parecido al que mi padre usaba para pescar, lleno de títeres con cabezas de maíz coloreadas con un esmalte que recordaba al de mi tía Mirta.
Esa tarde misma, luego de un par de horas de ensayo, fue el estreno, la gurisada del barrio admiró el prodigio.
Fue el comienzo de una temporada teatral intensa, con obras que se escribían, ensayaban y representaban en una tarde.
Mi mejor regalo de Reyes.
Con los años no agradecí nunca el esfuerzo que supuso entregar esa carta a mi madre. Las horas robadas al sueño, para que en nuestros zapatos llegara por una vez más la maravilla.
Desde aquella, el maíz para mi, es mágico. Es riqueza, es alegría e ilusión
Feliz día de Reyes.
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Ele BrBe, Eixil Cedeira y 474 personas más
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