Si al final lo de mis curas se va a transformar en un deporte de riesgo…emocional.
Digamos que hoy con la enfermera bien. Hemos encontrado un interés común. Ella adora contarle cuentos a su nieto Daniel, así que en éste territorio podemos movernos a gusto.
Ahora díganme ustedes que posibilidades podía tener de que me tocara un taxista con la Cope a tope?
Ya lo sé, muchas.
Pero que fuera uruguayo, del barrio donde me crié, colorado y de Peñarol…solo a mi me podía pasar.
A mi, que soy tricolor por todos lados, léase Frente Amplio y Nacional…
Según mi taxista, los gallegos fueron al paisito «solo» para trabajar en la Cuctsa manejando autobuses y para ser hinchas de los bolsos.
Lo del autobus no se lo pude negar, porque en mi memoria siempre está un conductor que me llevaba a la escuela, un hombre de espalda ancha que para nosotros, hablaba raro, porque siempre decía «pasando u fondo que hay lujar» y cada vez que al bajar decías adiós, el respondía «adeus regatos pequenos».
Ahora, lo de que todos los gallegos fueran de Nacional, eso sí que se lo podía discutir, porque si alguna pelea encarnizada presencié, de esas que como decían en mi casa, eran de alquilar balcones, eran las discusiones entre el petizo Mendez y mi padre. El gallego de Peñarol a muerte y mi padre tricolor. A la que te descuidabas salía a relucir el 4 a 0 del 30 de enero del 66, fecha que mi madre detestaba porque ese día mi padre no la llevó al Sorocabana tal y como le había prometido por irse a celebrar la goleada. Méndez entonces sacaba a relucir los golazos de Sasía y mi padre los de Artime. Irremediablemente terminaban la discusión con una copa de aguardiente y la frase «total, estos no nos van a sacar de pobres, sigamos trabajando» Y codo a codo seguían encalando la cocina de mi madre, o cambiando las baldosas del patio, con la complicidad de los que saben que un negro y un inmigrante, rara vez estaban en las grandes ligas.
Volví al presente con la voz de mi taxista que no podía entender que las calles de Santiago tengan esos nombres que no se saben ni lo que son, con tantas x que no hay quien pronuncie. Sentí que no me iba a entender si le hablaba de los gallegos y gallegas que fueron y son en Uruguay mucho más que conductores de autobús, pero no me quise quedar con las ganas y después de pagarle y agradecerle su amabilidad al abrirme la puerta y ayudarme con las muletas, me despedí con la frase de Touriñán cuando llegó a Madrid, y no podían pronunciar Xosé:
-X, como Shakira.
-Que cosa?-me preguntó
-Mi calle, le respondí, BoqueiXón.
No fue goleada, pero me quedé a gusto.