A donde yo iría, es a Irlanda, dijo Charo, en una de éstas conversaciones de «donde viajarías si pudieras «. Así que para ella y para quien quiera un paseíllo, va ésta historia.
Sucedió en Carrowkeel, un lugar remoto de las montañas Bricklieve en el condado de Sligo. Luego de sobrevivir a las hordas humanas en la Calzada de los Gigantes y a las colas de coches por los acantilados de Sleaves Leagues, seguimos nuestra teoría galaica y nos fuimos a leirear.
Así llegamos a la zona del lago Arrow, ideal para amantes de la pesca de truchas, pero a nosotros nos interesaba algo que destacaba en las líneas de las colinas, como si de pequeñas atalayas se tratara. Una sucesión de tumbas megalíticas maravillosamente alineadas a lo largo de un recorrido que se hace andando.
El sendero transcurre entre brezos y cardos en flor, ovejas, árboles de ramas retorcidas por el viento y verde, maravilloso verde.
Las mámoas son 14, las más grandes sobresalen del suelo a una altura considerable y sus puertas de grandes bloques de piedra, conducen a pasadizos con grabados.
Hay tortas para ir a ver la tumba de Newgrange, pues estas no desmerecen nada y las visitamos gratis y solos. No encontramos más que dos arqueólogos que andaban por ahí, como todos los arqueólogos del mundo, comiendose el tarro para desentrañar algo que seguro se le escapó a su colega.
En éstas tumbas (cairn en gaélico) el sol no entra en el solsticio de invierno, sino en el de verano. Y como suele pasar su orientación no es casual.
Gago me dio una clase que ni Marco García Quintela, sobre el paso de la luz, pero donde me quedé enganchada, fue cuando me señaló al noreste.
Allí al fondo, visible en medio del cielo plateado está Knocknarea, la tumba de la reina de las hadas, Maeve, la justiciera, la protectora, la que cuida a todos los habitantes de Fey.
Regresamos dando saltos entre las ovejas que semejaban bolas de lana que podían rodar ladera abajo en cualquier momento.
Y también atenta por si veía alguno de los pájaros dorados que la reina suele llevar sobre sus hombros.
Por si acaso, dejé un caramelo arriba de una piedra y cuando me até los cordones de las botas puse mi calcetín del revés. Mi jersey no era rojo, pero igual colaba el fucsia. Con todas esas precauciones, desandé el camino, soñando que en algún momento Maeve,recogiera mi ofrenda y me susurrara al oído alguno de los conocimientos que dicen que regala a cambio del dulce que le dejas, siempre y cuando lleves algo rojo, algo del revés y no subas a las tumbas.
No se si fue por el viento, o porque el paisaje me entretenía la mirada, lo cierto es que no escuché su voz.
Aunque ahora que lo pienso, aprendí una historia nueva. Ese fue su regalo y ahora lo comparto con vosotr@s

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