Carne, nada más y todo a menos.
En la prehistoria de mi vida, tres hombres, un célebre actor, un escritor premiado y un director debaten a los postres en que momento empieza a oler mal una mujer. El actor dice que después de los 30 el escritor que a los 18. El director, supongo que por estar yo presente, calla.
En la historia de mi vida:
Hace siete días. Verbena a 1500 metros de altura en un pueblo donde el número de hombres solteros, preocupa a los mayores. Tanto que fletan un autobús de esos de mujeres para que se emparejen con los lugareños. La mujer que lo cuenta comenta como la cosa más normal del mundo, el resultado:-Pobrecicos míos, les hubieras visto la cara, cuando empezaron a bajar, todas en la cuarentena con apenas un par de horas de uso!
Hace cinco días. Entran decenas de adolescentes al teatro, converso con los profesores sobre los capítulos del Quijote que conocen los alumnos, pasan delante de nosotros tres chicos discutiendo de ésta guisa:-No es no, pero puede ser si, que a las tías les mola mogollón decir no, pero es si.
Hace cuatro días. Comentando con un compañero, culto, sensible, nada machista a merda de la sentencia de La Manada, me decía con toda buena intención:- y tu ya puedes andar tranquila de noche por la calle, pero imagina todas las chavalas?
De triste común denominador, el concepto mujer-carne.
Carne joven que huele bien, carne joven que se reproduce, carne que no sabe lo que quiere y tiene que decidir otro por ella, carne que ya no es apetecible y puede andar por la calle de noche que ya no es violable.
Y en dos de éstas anécdotas hay un fondo de cierta buena intención, en una de devolver la vida a un pueblo, en la otra de tranquilizarte. Pero ahí está el problema, yo no quiero caminar tranquila por las noches, porque ya tengo una edad, quiero que podamos caminar todas, sin importar los años que tienes, ni el aspecto que gastas.
Un pueblo no vuelve a la vida porque lleguen mozas sanas y robustas a parir niños y a cuidar casa y hombres solteros.
Tenemos un problema grave en una sociedad que por un lado te ve peligrosa como trabajadora si estas en edad de parir, pero te descarta si ya no tienes edad fértil. Rozamos la enfermedad mental si un chaval de 16 años entiende que el no, puede ser un si; si otro viola y mata una mujer que da un paseo a pleno día y acusa a su padre, si un grupo de hombres comenta en el bar que hay que andar con ojo a la hora de ligar porque una tía (no su actitud) les puede llevar a la ruina.
Como much@s de vosotr@s llevo diez días en shock, con un sabor metálico en la boca que me amarga todo lo que como, bebo o digo.
Y lo siento por aquell@s que éstos días me dicen que hay que pasar página, porque ésta página de la historia, está mojada, empapada de lágrimas de rabia, frustración y dolor. Y pesa, pesa tanto que no consigo disfrutar de éste sol que por fin ha venido.
Yo que renazco cada vez que toco la tierra, empecé la huerta, el jardín y no fue como otras veces. No hallé consuelo, no sentí como cada año que mi centro vuelve a su centro con el olor de la hierba recién cortada, de la tierra recién abierta.
Hoy me duelen los dedos, éstos que la artritis está deformando, de tantas raíces muertas, de tantas hojas secas que arranqué éste fin de semana. Necesitaba, necesito, sacarme de dentro toda ésta angustia. Arranqué con rabia cada mala hierba, como si en ese gesto arrancara, tanto mal.
Decía el jueves negro de la sentencia, Tamara Montero, «estamos solas, pueden hacer con nosotras lo que quieran» y lloré con sus palabras.
A la noche en la manifestación, sentí que no, que somos muchas, pero con el correr de los días, veo que somos muchas, pero no suficientes. Que tenemos que ser más. Que no alcanza con salir a gritar en la calle, que igual va siendo hora de poner, como se dice en Uruguay, toda la carne en el asador. Porque si como carne nos tratan, carnívoras toca ser. Hay quien dice que no hay que ir a los San Fermines, pues no vayamos, y si hace falta, éste verano desaparezcamos de todas las verbenas, fiestas, saraos donde gastamos, dejamos nuestro dinerito, nuestros impuestos, nuestro aporte.
Dejemos de comprar una semana entera, un mes, lo que haga falta, démonos de baja de la seguridad social un mes, no compremos esos vestidos, zapatos o lo que sea, que supuestamente provocan a los hombres a ser bestias… Que nos maten o violen, parece no importar, pues a dar donde duele, en sus números.
Hacía años que no decía el monólogo de la pastora Marcela, como el otro día en el teatro, nunca sentí tan necesario como el viernes a la tarde, contar O libro dos porcos de Anthony Browne, porque aunque haya que repetirlo millones de veces, el camino sigue estando en la educación. Aunque reconozco que estos días, y espero que se me pase, el cuerpo me pide arrancar de raíz unas cuantas malas hierbas.
Por si acaso ayer, me coroné de maios, por ésto de ir espantando males, que no soy de caracter oscuro, pero éstos días señores, más vale que no me toquen, porque ando que muerdo. No se si me entienden?
Buen lunes.

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