«La gente, como decía Edith Wharton, es como las casas de las demás personas: sólo sabemos de ellas lo que linda con las nuestras. Digamos que el hombre de pantalones descuidados entra en una habitación en la cual se encuentran de pie un hombre y una mujer. Habla primero a la mujer e ignora al hombre. Ah, nos decimos, es ese tipo de hombres. Pero luego el novelista nos revela que la mujer a la que habla es llamativamente poco atractiva. Y de repente habla la extraordinaria capacidad de la novela: a diferencia de una película, digamos, la novela nos puede decir qué está pensando un personaje. Y en ese momento el novelista decide añadir, en estilo indirecto libre, nada menos: “Mamá, muy tradicional a su manera, le había enseñado siempre que un caballero debe hablar primero a la mujer menos atractiva que hay en la habitación, para que se sienta a gusto. Simple caballerosidad”».James Wood

Fotografía de Willi Ronis

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