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Mientras existan ciertas costumbres tengo esperanza.
Suena tonto que diga esto cuando hablaré de una costumbre uruguaya, tal vez muy prosaica, pero asi lo creo. Y me refiero al asado. Que todo el mundo piensa»argentino» pero que al igual que el mate y el dulce de leche son rioplatenses. Diganme cual puede ser la comida típica de un pais que tiene quince millones de cabeza de ganado? La carne!
El tema es cómo prepararla.
Un asado, no es solo comer, es la ceremonia previa lo que lo hace incluso mas sabroso.
Porque la carne, no va sobre el fuego, no, se hace sobre una parrilla que esta al lado y a la que debajo se le van agregando las brasas y asi lentamente se va haciendo.
Primer paso, que lleguen los amigos, el «experto» elige la leña que da mas brasas. Todos enseñan y lucen los cuchillos de mango de plata heredados de algun abuelo o tío sabedor. El mate circula tibio y alguien pone en vasos pequeños algun poco de «espillar», «grapa» o «caña». Aparece el pan, en lo posible con grasa, redondo, para dar rodaja ancha donde mas tarde dormiran las tiritas de carne de la «probada»
SE pone en tablas de madera, la «picadita», donde van a parar todos los embutidos y quesos picantes que anden en la vuelta.
Mientras, se hacen las ensaladas y se deja en una tabla mas grande la carne para que se «orée» bien empapadita en chimichurri.
Luego que ya el fuego ha largado buena brasa, esta se va arrimando a los chorizos, ya que estos se hacen primero, para seguir haciendo boca.
A esa altura ya nos empezamos a poner al día con nuestras vidas, las bromas al asador, se mezclan con las confesiones, los transcurrires.
El agua del mate se termina y es la señal para que cada uno empiece a sacar ese «vino» que nadie podra igualar.
Se le acerca entonces brasas a toda la parrilla y se acomoda la carne, con el hueso para abajo para que se haga lenta, acumulando juguitos.
Los hay que la prefieren mas echa, para esos son los primeros trozos, los mas cercanos al fuego, los mas jugosos estan al final y los punto justo, al medio.
La mesa, larga y generalmente hecha de un tronco largo se llena de platos diferentes ya que cada uno desenvuelve el repasador(paño de cocina) anudado, donde dentro tiene lo necesario para degustar. Este momento siempre me ha semejado como el florecimiento de la mesa ya que alli abiertos quedan varios paños abiertos mostrando sus cuadritos o lunares con su centro de cristal o losa.
Las ensaladas llenan de rojos, blancos, naranjas y verdes y el aroma ya dibuja caracoles en el aire.
Los grupos se arman y se desarman en una danza de cuentos.
Finalmente la primera tanda de carne llega a la mesa.
Infaltable el primer brindis, en este caso por mi retorno al nido, primera mordida y la voz que siempre surge: «un aplauso pa’l asador».
Al terminar, alguna de las damas se luce con el postre y mientras recogemos, aparecen las botellas de la sobremesa, los licorcitos, los rones, se mezclan con orujos gallegos y la alegria deja paso a la emoción y alguien se lee un poema y otro cuenta y otro recuerda y alguien da gracias y hacemos silencios llenos de tiempos compartidos.
Y somos tan humanos que damos gracias por habernos hecho tiempo, el tiempo de un asado para hablarnos, para sentirnos, para querernos.
Por eso creo, que estas cosas me dan esperanza, porque mientras sigamos generando espacios para el diálogo, tendremos una posibilidad de cambiar el mundo. Muy simple no?

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