El sábado después de cuatro años, actué en casa, en Paysandú.
Sitio, Cuna del Sol. Público: Valiente, muy valiente. Porque atravesar el temporal que había fuera para escuchar cuentos, es echarle valor.
A medida que se abría la puerta y se colaban los ramalazos de viento frio, empapado en la fuerte lluvia, entraban los abrazos de reencuentros. Las preguntas atropelladas. Los acontecimientos vividos y por vivir.
Desde alguna de mis «maestras» de infancia, a los amigos que desde la primera función estuvieron.
Nil con su grupo de la «certera edad» a las que no derrota ni el tiempo ni el olvido. Olga enorme en su sonrisa. Pacho maleveando a la Perla que siempre ilumina con esos ojos. Nenina, Cristina, el Milton compañero de letras, el otro Milton que me dio el micrófono por primera vez en la radio, su nuevo amor que le cambia la cara, Mabel en su encuentro con la alegria. Madres que llegaban porque sus hija/os, me habían escuchado de pequeños y les pedían que no faltaran al estar ellos estudiando en Montevideo, amigas que dieron el valiente paso a la libertad, la Mercedes con su cámara y su inacabable energía, oyentes sin rostros de mis noches de radio y cuento y Jorge y Susana, los anfitriones que llenaron de tibio ambiente una noche tan especial.
Para que aparezca la foto, necesito un cable que quedó en la «caja de cables» de la casa gallega.
Pero el mejor retrato se queda en mi corazón.
Gracias, gracias, gracias!

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