Caminamos en silencio, solo el crujir de las hojas, del hielo que se rompe en los charcos y el viento entre ramas eternas. De repente algo nos llama la atención. Un enorme tronco esconde un pequeño tesoro. Su corazón se ha vuelto capilla donde alguien concurre a rezar y dejar sus ofrendas a vete a saber que promesas. La madera es una paleta de policromía dorada y roja.
Allí cerca devorada por las ramas y las hojas, una antigua ermita, pero la fe de los vecinos y vecinas anida en algo tan noble como un castiñeiro.
En silencio seguimos el recorrido, no queremos importunar los anhelos ajenos.