«En un platillo de la balanza acomodó sus desventuras, que eran tan redonditas que al rodar caían y caían.
Muchos días le llevó ordenar sus penas.
En el otro platillo las alegrías, locas de contentas, se ordenaron solas porque querían medir fuerzas con las penas pese a que se confundían de platillo.
Su excitación fue en aumento. ¿Era feliz o infeliz? Pero Inés no sabía que las alegrías con el tiempo se tornan livianas, azotan como el viento y algunas se transforman en penas»
De Carlos Caillabet

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