La crisis anterior la salvé, gracias a que una de mis pasiones, se volvió mi otra profesión.
Acostumbrada como andaba , disparando con la Nikon a todo lo que se me cruzaba, no me di ni cuenta, en que momento cambiaron las tornas. Lo cierto es que mientras se vaciaban los teatros y a los cómicos nos dejaban decenas de facturas sin pagar, comenzaron a llegar pedidos de fotografiar esas «cosas que a ti te gustan». No había ni facebook ni istagram, los «modernos» teníamos blogs. El de Gago del 2003 el mío del 2004. Y desde esos espacios buscábamos contar el territorio. Su historia, sus piedras, sus sabores, sus letras y sus melodías.
Fue entonces cuando un chef amigo me pidió que le pasara unas fotos que habíamos publicado. Las quería para una entrevista. Y me las pagaron…!
A partir de ahí comenzaron a llegar pedidos para libros, reportajes, exposiciones, campañas publicitarias…
Y así conviven, las piedras, principalmente las románicas y la gastronomía. Un día me dijo alguien que era una buena «home economist», fui a buscar lo que era y efectivamente era eso lo que hacía, sin saber que había una etiqueta.
Lo cierto es que aunque pueda parecer distinto, para mi, es todo lo mismo. Soy una actriz que cuenta historias, arriba del escenario y abajo. Con palabras y fotografías.
Como todo en la vida, hay cosas que se hacen para pagar facturas y hay cosas que pagarías , cuando te piden que las hagas, porque son regalos.
No siempre sucede, pero en Galicia, no es raro, que mientras intentas encontrar una localización que acompañe la foto de un plato, te encuentres un paisaje maravilloso y una historia.
En esas andaba yo un año, haciendo las fotos para un nuevo libro de Benigno Campos, «Volve a cociña de Larpeiros» de Editorial Galaxia cuando me pasó esto que os cuento.
Algunas veces me gusta colocar la comida al aire libre, jugar con el entorno, las texturas, los colores y como era un arroz marinero, ni bien lo sacamos de la cazuela, lo pusimos en un plato y rauda y veloz me fui a por una playa. Como era la última foto, me lo comí con calma, luego de tener algo parecido a lo que quería hacer. Mis pies estaban dibujando en la arena cuando vi un grupo de golfiños (delfines) danzando a unos cientos de metros.
Recogí las cosas, subí al coche y al mirar hacia el mar, vi que seguían allí. Fui conduciendo por la carretera casi a su ritmo, el cansancio, el estrés de ir contrarreloj para entregar en plazo, desaparecieron.
Les perdí de vista justo cuando en la carretera apareció un cartel que me llamó la atención.
Cogí a la derecha y el alor del mar se fue desdibujando entre el olor a laurel y tierra mojada del bosque.
A poco el cantar de un río me detuvo.
Reconocí el lugar, era un bosque que ya conocía, solo que le había «entrado» desde otra dirección.
Senté sobre una piedra cubierta de musgo, metí las manos en el río y chupé los dedos, una deliciosa mezcla de dulce y salado me llenó la lengua.
Esperé en silencio, y a poco, les escuché, eran los trasnos, los duendes del bosque, que como cada tarde, sentaban en sus bancos a conversar.
Sucede en muchos sitios, pero en el bosque de Augabril, en Mazaricos, el río Nosiño se lleva la medalla.
También es verdad que si has comido arroz marinero caldoso, tienes más posibilidades.
Ti tes a mente mui aberta. Con esas fotos e eses textos seguro que non tes problema coa crise.
<3 <3 <3