Leí hace poco que un alcalde de un pueblo precioso, andaba buscando desesperadamente un contacto con alguna de las productoras que facilitan localizaciones para series o películas.
Y me pregunto si se están midiendo las consecuencias de aparecer en una serie de éxito. Si estamos preparados para las consecuencias que acarrea.
En éste verano hemos sido testigos de lo que puede generar una aparición en alguna de éstas producciones.
En Gaztelugatxe han quedado sordos de tanto oír la campana que sin cesar tocaron los miles de turistas que fueron a ver el lugar donde Daenerys Targaryen por fin se encuentra con Jon.
Y si la alegría de la zona radicaba en que pondrían su nombre en el mapa mundial, menudo chasco al descubrir que istagram se ha llenado de fotos con el hastag «Rocadragón».
Ahora están pensando habilitar un aparcamiento un km arriba, que la gente baje andando, limitar las visitas y el tradicional toque de campana que la leyenda dice hay que tocar al peregrinar hasta allí.
Otro tanto ha ocurrido con la playa de Muriola en Barrika, una playa poco frecuentada, refugio de nudistas que éste año se han visto desplazados por hordas de fanáticos cámara en mano.
Si quieren ver todas las localizaciones de Juego de Tronos en España, basta buscar en google. Eso si, al lado de los nombres aparecen alquileres de casas, pisos, hoteles etc, a precios que hace un tiempo ni de broma se hubiera cobrado en el lugar.
Y parece importar poco que el paraje, playa o castillo deje de llamarse por su nombre, muchos aspiran como salvación y gloria, mudar su histórico nombre por el inventado por algo que sale en la pantalla.
Un ejemplo es un maravilloso camino irlandés que descubrí hace unos años, gracias a un fotógrafo que durante semanas siguió el paso de la luz entre las ramas de sus árboles.
Pero el lugar, fue utilizado en Juego de Tronos y desde ese día, los vecinos contemplan horrorizados como autobuses, furgonetas, coches y motos les incordian la salida de su casa.
Esta hermosa avenida de hayas fue plantada por la familia Stuart en el siglo XVIII para impactar a los visitantes que llegaban a Gracehill House.
Pero ahora se le conoce como Camino del Rey y allá van en peregrinación los amantes de los siete reinos.
Ingenua de mi, llegué al lugar emocionada, en shock y sin saber que el camino había sido utilizado en la serie.
Emocionada, porque vería al fin esa danza de luces entre las ramas, en shock porque acababa de salir de la Calzada del Gigante (ya subiré esas fotos) y venía sobrepasada de gente.
Caía la tarde, pedí a Gago para aparcar en un camino cercano así entrábamos como a una catedral, en calma.
Mi gozo en un pozo.
No solo no había silencio, sino que pululaban decenas de personas que se abrazaban a los árboles, escribían su nombre, corrían.
Gago dice que soy maestra en lograr fotos sin gente en sitios abarrotados.
No siempre lo consigo.
Pero entre un grupo grande que abandonaba el lugar y un bus lleno de indios que llegaba, por un instante conseguí silencio y un lamento me envolvió.
Y aquí lo dejo.

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