Mucha gente que viaja a Irlanda va a visitar los Acantilados (espectaculares) de Moher, pero estando en Donegal, lo más lógico era acercarse a recorrer los acantilados de Sleave League, que como rezaba en una revista, son casi tan bonitos, no hay que pagar ningún centro de interpretación y hay menos gente.
Y la verdad es que si.
Se pueden recorrer en coche o siguiendo el camino de los peregrinos que por supuesto van a la casa donde en el 521 nació Santa Columba, algo que ya os contaré en otro post.
Al llegar al centro de visitantes, dejas tu coche y empiezas un sendero precioso entre ovejas, brezos, un mar azul azul…
Para llegar al punto más alto de los acantilados, hay que caminar por un estrecho sendero hasta One Man’s Pass («desfiladero de un solo hombre»). Más allá del mirador, el sendero es un poco más empinado haciendo un bucle para unirse a Pilgrim’s Path.
Desde el mirador se observa la silla del gigante, en la roca de la derecha, cerca de la orilla allá abajo.


Cuentan las leyendas que un águila robó un día un pequeño de la zona y todo el pueblo se puso a rezar en lo más alto. El águila entonces, dejó al niño en el islote y con barcas lo fueron a rescatar.
En la segunda guerra mundial las fuerzas aliadas tenían una zona de exclusión aérea conocida como el Corredor de Donegal para que sus pilotos volaran hacia el Atlántico desde Enniskillen, Irlanda del Norte. Se pintaron piedras blancas y se colocaron sobre el suelo deletreando la palabra Éire, de forma que los pilotos pudieran verlas mientras pilotaban.Hoy las piedras están cubiertas de follaje, pero se sigue distinguiendo la palabra desde el mirador de Slieve League, yo creo que me dio miedo asomarme más adelante porque no fui capaz de verlas.


Bajamos rodeados de las piruetas de las aves marinas y del ulular del viento que iba limpiando el cielo de nubes.
Al fondo se ve una torre de las tantas que veremos de la época napoléonica, Carrigan Head y más atrás se recorta la península de Donegal y la montaña de Ben Bulben
Al costado del camino pequeñas lagunas.
Nos esperaba Ardara, pero eso ya os cuento otro día.

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