En éstos meses le vengo rondando a una sensación.Extraña, un poco angustiante.
Vi primero la película uruguaya El Baño del Papa, luego una méxicana de Gael Bernal, Rudo y Cursi y entre ellas me leí el libro de David Trueba, Saber perder.
En las tres historias había el mismo sabor de boca, amargo, pese a la lucha.
El Baño del papa es la historia de un pueblo de la frontera de Uruguay que sueña con salir de pobre, el día que anuncian que llegará el Papa, todo el mundo malvende, empeña o saca créditos para montar un puesto de comida para las miles y miles de personas que vendran ese día. El protagonista termina entregando hasta su bicicleta, la que usaba para contrabandear comestibles, para levantar un baño, que segun él, tanta gente necesitaría en ese sagrado día.
La historia es real, hasta el día de hoy hay gente pagando créditos de aquel año 92. El Papa, solo estuvo 15 minutos en Melo, dio un discurso y marchó, nada de su misa ni de su larga estadía por alli. Los turistas nunca llegaron, el sueño se volvió pesadilla de deudas.

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