Hay veces que uno lee historias tan buenas, que la imaginación le monta un mundo detras de los parpados y ese mundo empieza a crecer tanto que se desborda. Y se trepa a los tejados y recorre las calles. Tintinea entre estrellas, se cuelga de paraguas. Se endulza con caramelos para pronunciar la ternura.O se ata a cuerdas rojas para no dejarse caer de puentes. Dragones queman el aire que se hincha de latidos enamorados. Y el Rey Arturo puede que no atienda porque se queda a jugar con piernas perfectas de manequies. Mientras David o Julio Cesar tartamudean latines con viudas de generales. Y ese sueño puede crecer tanto que termina matando al que sueña. Pero cuando la historia es de Cunqueiro y el que maneja los hilos es Quico Cadaval. Uno sabe que el soñador no será olvidado. Al contrario, se quedará a vivir eternamente en el recuerdo de los que rondan por las noches las esquinas de los vientos.