Mil veces esa noche me había repetido el orden. La luna a través de la ventana de rejas dibujaba rombos sobre mi cama, mientras mi hermana dormía en la cama de al lado.
Una vez mas miré mis pósters y apagué la radio portátil que siempre tenía debajo de la almohada para escuchar a Sergio Perazza y su ranking de canciones liderados por “Las chicas solo quieren divertirse” de Cindy Laupers. Me pondría mi enterito vaquero de la suerte y una camiseta, eso era seguro, lo demás ya llegaría.
Solo esperaba que ellos sintieran la mitad de lo que yo sentía cuando habría un libro. Tenía que tener cuidado, porque ya sabía por mis compañeros de clase, que no a todo el mundo le parecían “lo mas “ las historias.
Esa mañana, quería ser mas grande, mas gorda, mas linda, mas imponente.
No me sentía nada segura en mi tierna adolescencia escuchimizada, lo único grande era mi nariz, lo demás, para olvidar.
Pero yo no me tenía que levantar esa mañana soñando que Adrián finalmente se fijaría en mi, ni si la rubia creída se burlaría de mis ropas echas caseras.
Esa mañana yo subiría en mi bicicleta rosa hasta la escuela 89, alli, Nancy la maestra de 6º me esperaba para que contara cuentos. Era mi primera sesión paga. Mi primer dinero y el estómago me hacía un nudo tan grande que no sabía ni como pedalear.
Y eso que ya estaba “ducha”, “MOPI” (Movimiento de protección a la infancia) ya era testigo de mis pinitos con los cuentos desde hacía dos años, para esos gurisitos que concurrían a comer a la casona, yo era la de los cuentos y el teatro.
Ese maravilloso proyecto que surgió entre gente que tenía (y tienen) por bandera la solidaridad, buscaron una casa grande para dar aunque sea un plato de comida caliente al día a muchos niños de los barrios pobres, allí llegué yo un día. Una de esas mujeres era mi maestra de 3º, yo vivía enfrente y me sumé con lo que sabía, invitar a llenar la cabeza con fantasía.
Pero ahora daba el salto, ahora tenía un nombre, lo que yo hacía por amor a las palabras.Cuentacuentos
Frente, un publico pocos años menor que yo, incluso uno de mi edad, pero como en el cuento de Babayaga, en el momento en que la bruja del miedo me iba a paralizar, me vino una cinta mágica a los ojos. Era de color amarillo, era la espalda del Lagarto Florido, uno de mis amados personajes del Vincha Brava de Mauricio Rosencof, un lagarto tan viejo que de la humedad que tenía en la espalda le brotaban macachines color sol.
Así empezó este camino que hoy cumple 20 años.
20 años de contar historias por los caminos, Uruguay, Argentina, Chile, Colombia, Bolivia, Venezuela, Brasil, Cuba, España, Francia.
Dice el tango que 20 años no es nada.
Nada mas y nada menos que un sueño que día a día se teje para hacerse realidad.
A todos los que han estado ahí, gracias.
A los que me creyeron loca por querer vivir del cuento, también gracias, porque me hicieron fuerte entre las lágrimas.
A los niños. A MIS NIÑOS.
A los que no nombro, pero que saben que están a fuego en mi corazón.
A Elsa Morales y Diva Merello maestras hadas que hoy vuelan lejos.
Y a los que vendrán.

18 thoughts on “Un largo camino

  1. Cuentacuentos…que palabra más linda para un oficio tan maravilloso.
    Felicidades, niña, y que cumplas muchos más haciendo las delicias de mucha gente.
    Bicos. Marmi.

  2. Cuentacuentos…que palabra más linda para un oficio tan maravilloso.
    Felicidades, niña, y que cumplas muchos más haciendo las delicias de mucha gente.
    Bicos. Marmi.

  3. Cuentacuentos…que palabra más linda para un oficio tan maravilloso.
    Felicidades, niña, y que cumplas muchos más haciendo las delicias de mucha gente.
    Bicos. Marmi.

  4. Si, que he viajado, he tenido esa suerte. Pero mi enorme curiosidad aun no esta satisfecha. Y por suerte el mundo es ancho y creo que todavía quedan orejitas para regalarles mis cuentos.

  5. Si, que he viajado, he tenido esa suerte. Pero mi enorme curiosidad aun no esta satisfecha. Y por suerte el mundo es ancho y creo que todavía quedan orejitas para regalarles mis cuentos.

  6. Si, que he viajado, he tenido esa suerte. Pero mi enorme curiosidad aun no esta satisfecha. Y por suerte el mundo es ancho y creo que todavía quedan orejitas para regalarles mis cuentos.

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