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Mi padre me despertó temprano,como siempre que teníamos un día especial,despacito me bajé de la cama y en puntillas,para no despertar a mi hermana,nos fuimos a la cocina. El ya tenía preparado mi desayuno de fiestas,churrasco con cebolla y mucho juguito donde mojar el pan. Nos sentamos cerquita y mientras el tomaba mate,yo «limpiaba» el plato.
Luego de lavarnos las manos,fuimos a la sala y alli,en el sofá color vino ,brillaba mi portafolios lleno de hebillas,de cuero marrón.
Sobre la mesa,los cuadernos nuevos,aun sin forro ya que había que esperar que la maestra diera los colores para cada materia,»cuaderno de clases,cuaderno de tareas domiciliarias».En la cartuchera,la caja de lápices Faber,el sacapuntas en forma de perrito y la goma de pan para borrar lapiz y la de dos colores para las lapiceras y fibras.
La carpeta con hojas tabaré y la otra mas grande con las hojas de garbanzo para hacer los dibujos.
La bolsita de la merienda,de cuadritos rosa con mi nombre bordado y un vasito que se plegaba o se abria segun como lo inclinaras.
Abrimos la lata de galletitas de Famosa que habíamos comprado el viernes anterior.Por ser primer día de clases,no llevaría las «quebradas» que eran las mas baratas,me tocaba llevar waffles de los «chocolondos».
Que rico que olía mi carga,una mezcla de cuaderno sin estrenar y azúcar que aun hoy relaciono con los nervios de ese día.
Me vesti rápido,la jumper nueva comprada en Casa Soler,un buzito de la Pantera Rosa y en los pies,lustrados a punto de espejo,los «Bergantiños».
Por encima la túnica blanca nube,con el moño azul al cuello,solo mi padre ataba bien el lazo en mi cintura,haciendo que cada tabla de la falda quedara perfectamente alineada.
En las trenzas que contenían mis rizos, dos lazos rojos. Colonia «Mujercitas» y a la escuela!
Mi padre estaba guapisimo. Llevaba la camisa azul a rayitas que tanto me gustaba,el bigote perfectamente recortado y en el bolsillo superior,el habano que se fumaría mas tarde.
El patio de la escuela estaba lleno de madres y algunos padres,pero como el mio ninguno.
Fue y se presentó a la maestra y me presentó a mi,yo era la nueva,dejar Montevideo por Paysandú implicaba cambiar de escuela.Cuando la señora Eva sonrió,me di cuenta de que todo estaría bien:-Ay que negrita mas linda,parece un trocito de chocolate entre tanto blanco! Eso ya me gustó menos, allí también se notaba mi color.
Pero cuando abrio sus brazos y me estrujó en el pecho mas grande que yo había visto jamas,me volví a sentir a resguardo. Y asi lo fue siempre ese año,porque a la hora del recreo la maestra siempre llamaba a sus palomitas para perdernos en su amplio regazo,que aunque parezca increíble,tenía hueco para todos.
Entrar a clases,sacar cuadernos,escribir marzo con buena letra y cuidando que el codo no arrugue las páginas,borrar sin manchar,no hablar,mirar al frente,donde estaba Artigas con el lema «Sean los orientales tan ilustrados como valientes» y leer la primera lectura del Libro de Segundo, de Serafín J. García. Al sonar la campanilla,correr al patio y ver que en la vereda de enfrente bajo los árboles,fumando lento,mi padre levantaba su mano.Luego se dio la vuelta y yo corri con mi merienda a jugar a La Farolera.

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