Con la función de ayer a la tarde en Froxel, queda cerrada esta temporada de cuentos. Luego en junio ya llegara la avalancha de festivales, de este lado y del otro del mar. Pero por ahora, los que no contamos en finalizaciones de cursos (en su momento lo hicimos, pero ya el cuerpo no da para tanto) nos tomamos unos días para descansar y en mi caso, para darme una vuelta por el paisito.
Siempre estos ultimos días son de ajetreo, compras de ultimo momento, pagos de todas las facturas, ¡declaración de la renta!, volver a sacar la ropa de invierno…
Un hormigueo que recien cesa al bajar del avión con la bandera azul y blanca flameando al viento.
El tema es que entre pecho y espalda me he metido cuarenta y cinco bolos (funciones) este mes. Veo que aun saco energias de algún sitio oculto. Pero ha sido un mes de cosas muy bonitas, de encuentros y reencuentros. De sorpresas y de alegrias.
La ultima hace un par de días, un mensaje de alguien que me escucho contar cuentos hace años y que hoy, según él, enamorado de las letras desde esos días, tambien escribe.
Saber que las semillas que uno deja por ahí germinan y brotan, da mucha, pero mucha alegria.

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