Adoro ser socia de muchas bibliotecas, así que con mi flamante carné de las Bibliotecas de Lisboa, me fui a la parte de historia y me regocijé con un libro sobra la historia de los personajes más relevantes de todos los tiempos de la ciudad.
Pasando paginas me encontré con una fotografía terrible.
Al leer, descubrí que estaba observando la cabeza del más grande asesino de Portugal, el gallego Diogo Alves.
Tal pavor había generado éste hombre en su época, que cuando fue atrapado, la Asociación Médica que por aquellos años estaba fascinada por la frenología, pidió la cabeza del reo al juez para estudiarla y así sacar parámetros de comportamiento según la forma del cráneo.
Este gallego de Samos, de la aldea de Santa Gertrudes, nacido en 1810, llegó a Lisboa con 13 años, como tantos otros a buscarse la vida como aguatero, oficio que desempeñaban los más jóvenes.
Pero tiene suerte y un compatriota lo contrata como mozo de carruajes. De trato afable, gana la confianza de quienes le conocen y poco a poco asciende hasta volverse el cochero más solicitado por los nobles de la ciudad, el conde de Belmont, el consejero Castro e Cunha, los marqueses de Penalba entre otros.
Pero lo bueno no dura mucho, ya que su aficción al juego y al aguardiente le hacen perder en poco tiempo lo que le llevó varios años.
Ya nadie le da trabajo y vagabundea por las tabernas de Alfama, dando «pancadas», de ahí su mote.
Conoce a la Pareirinha, una mujer de «mala vida» que le instiga a delinquir.
En esos años comienzan a aparecer cadáveres a los pies del Acueducto de Aguas Libres.
Primero se piensa en suicidios, pero poco a poco la policía comienza a desconfiar de la cantidad de señores de buena familia que de la noche a la mañana se quitan la vida, sin las cartas tan comunes de la época, sin relojes, sin joyas, sin dinero.
Creen que alguien se hizo con las llaves de alguna de las puertas y cada noche pernocta allí para asaltar.
Lo increíble es que Diogo Alves, no fue apresado por las más de 70 muertes que se le adjudican, sino por un asalto que salió mal en casa de un conocido médico de Lisboa.
En el asalto fueron asesinados la mujer e hijos, en una carnicería que horrorizó a toda la ciudad.
La hija de la Parreirinha, fue pieza clave para poder atrapar y acusar a todos los que participaron.
Se cuenta que en el juicio, cuando la jovencita se presentó, la madre gritó a Diogo, «ves como tenías que haberla matado, te dije que sería nuestra ruina». Porque siempre hay una mala pécora detrás de la maldad de un hombre! ( modo retranca ON)
Diogo fue de los últimos ajusticiados con la horca y su cabeza analizada concienzudamente.
El documento es extenso pero entre las conclusiones algunas perlas: «Comparado com varios crânios pertencentes a individuos da mesma rasa e povo ten un crânio incontestavelmente anormal…devendo ser movido por um psiquismo desarmónico parece ser arrastrado à práctica do delito mais por forma passiva do que ativa»
Tanta pasión despertó la historia de éste hombre que los primeros filmes de acción de Portugal lo tienen como protagonista, uno en 1909 y otro en 1911. Y los cines tuvieron por tres años las entradas agotadas!
Aun hoy la cabeza de Diogo está expuesta en la universidad, os ahorro la escena, pero la pueden buscar en google.
Varios investigadores aseguran hoy en día que seguramente los asesinatos cometidos no llegaron ni a 20, pero el morbo y la leyenda le adjudicaron todos los males y los catapultaron a la historia como el más temible asesino de Lisboa, el del Acueducto de Aguas libres. Y era de Samos, manda truco!

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