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Aprovechando el puente Manuel y yo nos fuimos por Asturias. Era mi primera vez por esas tierras y absolutamente todos mis sentidos se recrearon. Subir a 2000 metros (para alguien que viene de un país donde el cerro mas alto mide 500 es lo mas…) enterrando las rodillas en la nieve.Perder los ojos en los bosques de hayas. Sentir en la barriga un caldo de berzas o una cecina, todo bajado (es un decir, porque se me subió que pa’ qué) con una sidra bien escanciada. Unos bollos preñados para entretener los paseos. Y unos quesos!!!!
Pero no todo fue comer, que a mi «peor es nada» le mola mas andar que un chocolate a un burro. Creo que no quedo castro o bosque de la zona sin recibir nuestras pisadas.
La playa del Silencio me enamoró, en la foto no se aprecia en toda su belleza ya que la niebla la ocultaba un poco.Pero lo verdaderamente increíble era el mar, que en el medio de tanto silencio, como admirado de su propia obra, de tanta belleza, luego de lamer la playa de guijarros y conchillas se retiraba con un murmullo.Murmullo que desde lo alto semejaba un aplauso unánime, prieto, sublime. Uno de esos aplausos que uno sabe que solo quieren decir, «no me pongo de pie porque tengo todos mis poros abiertos a la emoción,bis,bis,bis…»

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