No se que recuerdo tenéis vosotros de vuestro primer amor, yo del mío, que por supuesto nació en la escuela, compartiendo pupitres, tengo un recuerdo doloroso de como terminó.
Doloroso palpable, físico.
Era su cumpleaños, y con mi vestido nuevo allá que fui, y bailamos, como se hacía de aquellas, con los brazos como tablas a los lados de mi cintura y su cuello. Y vete tu a saber si por torpezas reales o amorosas, me pisó. En el juanete! Vi las estrellas y no de las románticas.Que pisotón, madre mía!
Porque aunque no lo creáis, mi pie derecho ha sido toda mi vida, mi cruz.
Desde que tengo uso de razón, ha tenido esa horrible protuberancia que me ha impedido toda la vida usar sandalias de esas que todas las niñas han lucido.
Me dolía tanto el pie que cuando al día siguiente en la esquina de la escuela, me pidió que fuera su novia, le dije que no, muerta de vergüenza, dolorida y perdidamente enamorada.
Su amor no sería tan grande como el mío, porque esa misma tarde se puso de novio con una rubita de otro curso. Y su primer beso ya no fue mío, ni los domingos de cine, ni los bailes.
De adolescente, fui a todos los cumpleaños de quince, con zapatos cerrados, de esos que escondían mi pie deforme.
Yo soñaba con unas sandalias de tiritas doradas que se cruzaban en el empeine, soñaba con el vuelo de una falda al son de esos pasos.
Para que?- decía mi madre- para refistolearte por ahí?
Años más tarde, me enamoré de un hombre que cuando se terminó el amor, usó como gran insulto para referirse a mi, como la negra de los juanetes. En plural, aunque solo era uno.
Y así me fui yo por el mundo, con ese hueso sobresaliente que ha condicionado mi vida.
En verano muero de calor con zapatos cerrados y en invierno de dolor con botas que tardan en coger la forma de mi pie.
En mis fantasías, siempre me he visto con las uñas de los pies pintadas de mil colores saliendo de unas sandalias rojas.
De vez en cuando me paso un rato mirando escaparates y esperanzada entro y me pruebo zapatos que nunca pasan de la punta de los dedos. Nadie piensa en zapatos bonitos para pies feos.
Desde hace unos años, el dolor ha pasado por encima de todo, contracturas, malas posturas, espalda siempre hecha polvo y lo peor, tener que renunciar a mis rutas, porque mi pie ya no soportaba los km.
Ayer por fin, pasé por quirófano.
Mi juanete ya no está, pero el muy puñetero me ha regalado siete tornillos y una grapa, porque el desaguisado era tal, después de tantos años de pisar mal, que hubo que hacer un completo, como dijo mi traumatóloga.
Ahora ya en casa, me miro el vendaje y me acuerdo de todo el santoral, porque incluso en su despedida, mi juanete se va con redobles de tambores y aguijonazos de escándalo.
No creo que lo eche de menos y creo que lo sabe, porque sino es imposible que me duela algo que ya no está.
Por eso le dedico ésta despedida y me instalo en el sofá soñando con el verano en que me compre unas sandalias de Eferro y salga de paseo con el sol y el aire iluminando mis dedos, refistoleandome como siempre he querido.
Actualización 5 años después
Pasaron 5 años de esta historieta y aún ando a vueltas.
Si veis la fecha es fácil de entender, cuando tenía que comenzar la rehabilitación arrancó una pandemia que nos cambio el rumbo a todas. Por suerte existen buenas fisioterapeutas que te sacan adelante, y me pareció que era un buen día para agradecer.
Yo entiendo que en ese período lo que importaba era salvar vidas, pero…
¿Que pasó con todas las vidas transformadas o que perdieron, perdimos movilidad porque nunca más un traumatólogo revisó personalmente alguna de las cirugías de esos meses previos a la debacle?
Y yo he podido pagar fisio, piscina, pilates, plantillas, consulta privada, pero, ¿quien no puede?
Pisar mal ha significado tener una hernia, que también estoy reduciendo a base de fisio, ejercicio y muchas horas de ejercicios en casa que a veces no sabes para que sirven, pero que celebras cuando en la siguiente resonancia la bichito está cada vez más pequeña.
Si se preguntan si me puse sandalias de tiras con uñas de colores…sí. Panamá Jack , que una cicatriz en cruz a lo largo y ancho del pie, precisa contención. Pero ahora tengo tres pares, perdón, solo uno que los otros están en la maleta que me perdió Lufthansa éste verano.
Pero esa es otra historia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *