Ayer, después de Bueu, tenía que ir a Illa de A Toxa, para hacer unas fotos. Como siempre, a la velocidad de la vía (seguramente un poco menos) Escuchaba música, e iba repasando mentalmente posibles encuadres del trabajo que tenía que hacer,mediodía, sol.
La voz nasal del GPS, mezclada con Rock FM. De repente una sombra pasa veloz junto a mi ventanilla.
Una moto, potente, con un hombre al que le vuela la camiseta, el coche vibra, cojo fuerte el volante y verifico si voy bien en mi carril, porque ha pasado muy cerca. Hay espacio de sobra a mi izquierda, miro al frente (todo esto en un segundo) y veo con horror como cada coche que va delante de mi, recibe la «caricia» veloz de éste motero. Todos nos apartamos, él desaparece en el horizonte a por lo menos 160 km.
Termina la autopista y ahora solo tenemos un carril de ida y otro de vuelta.
Por la línea central el motero regresa, NO, es otro, como una exhalación, pasa entre los coches que vamos y venimos.
En un coche que veo de frente veo lo que debe de ser un reflejo de mi cara de pánico.
En mi memoria la carta de esa madre rota, que le pide a su hijo que tenga cuidado en la carretera, esa carta con la que varios desayunamos entre lágrimas ayer.
Me cago, con perdón, en el tarado de la moto.
Me pregunto donde está la razón, el sentido que lleva a un individuo a exponer la preciosa vida de los que andamos trabajando por la carretera.
Me doy cuenta que llevo los brazos tan en tensión que al relajarme, me duelen.
Aparco a un lado, respiro y me doy cuenta entre risas un poco histéricas, que me estoy galleguizando mucho, porque el primer pensamiento que me vino fue:
-Menos mal que el nicho lo tengo pago.
La receta de los scones la pongo luego.
Buen sábado.

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