Dia 1-
Como suele ser habitual en ésta casa, el último viernes de julio, nos dimos cuenta que las vacaciones empezaban en tres días y que el verano había sido un desastre en Compostela y quepara dondevamos quesinosquedamosaquí nosponemosacurrar y así no hay manera!
En algún momento del año, hablamos de ir al sur de Inglaterra, por aquello de decirles adiós antes de que se marchen de la EU, pero entre los precios de los alojamientos y el pronóstico del tiempo que adelantaba máximas de 23 y lluvia un día sí y otro también, decidimos ir a donde había sol.
No se vosotros, pero nosotros nunca NUNCA hemos encontrado esos chollos de última hora, hartos de buscadores, ofertas que no eran tal y cláusulas raras, decidimos el destino como los niños.
Primero, poner el dedo en un lugar del mapa «asumible» (snif Japón) y luego aquello de, hay algún lugar que has soñado ir y no hemos ido?
Y salió Grecia.
Gago había estado hace muchos años en viaje de Interrail y yo mil veces a través de libros, obras de teatro, sueños…
Y cuando digo soñado desde siempre, hay que agregar desde MUY lejos, porque Atenas de Galicia está a pocas horas, pero desde Uruguay, existe un universo por el medio.
Así que super ilusionada, me puse a preparar maletas y a rebuscar en los estantes libros que nos ilustraran un poco más.
Y por supuesto, los vestidos, que madre mía, para una vez que una se puede poner tirantes y dejar la chaqueta en casa, tocaba lucirse.
Una semana más tarde, pusimos rumbo a Atenas.
Seguro que muchos de vosotros ya hicisteis éste viaje y os parecerá tontería mi ilusión. Pero les aseguro que yo que siempre llevo los ojos y el corazón dispuestos al asombro, iba en el avión como en domingo con vestido nuevo.
Y llegamos!
Y quitamos las chaquetas!
Y comenzamos a leer los letreros en esas letras de las que al principio solo reconoces a Omega Gama e Ypsilon. Y luego en el metro los nombres de las paradas. Y las risas al intentar pronunciar ΠΑΝΟΡΜΟΥ, ΝΟΜΙΣΜΑΤΟΚΟΠΕΙΟ y de repente SINTAGMA!!!!
Al salir (al intentar salir) no hay manera, se acerca a nosotros, y esto es un detalle a destacar, el señor de la cabina. Nos dice que compramos mal el billete, pero nos deja pasar no sin antes preguntarnos en que hotel estamos y nos indica el camino exacto para ir. Nos sonríe y nos da la bienvenida: Kalosórisma!
Ya en el hotel y pese a ser tarde en la noche nos indican donde cenar.
Primera cosa y como será siempre en Grecia, antes de la comanda, una botella de agua fría (que no se cobra, aunque luego no pidas otra bebida) y un paseo del camarero por distintas especialidades. Pedimos tomates y berenjenas rellenas, sardinas y carne de cordero adobada. Y para terminar, cortesía de la casa y como será en cada restaurante y taberna, sandía fresca.
Un gato negro, lustroso como la noche, nos observa como su diosa Artemisa. Nuestra mesa está debajo de una enredadera de bignonias naranjas y adelfas blancas y a nuestro lado, en enormes maceteros medran los tomates.
Desde el balcón de la habitación, intento descubrir la ciudad entre los neones y taxis. Por ahora es solo un atisbo, un leve sabor en mi boca.
Gago me dice que en la mañana.
Y yo le creo.

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