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Cortijo de Montequintos. Hermosísimo lugar. La idea era estar en los patios. Pero los patios tenian suficientes charcos.
Un bonito escenario con las tres banderas, el podio de discursos y el infaltable cuadro del rey acogió la contada.
Los portugueses en numero de 45, llegaron tarde. Pero traían un vino D’ouro, que regó muy bien la paella. Se les podía perdonar.
Al son de «merequetengue» los clubes de bibliotecas analizaron la situacion en ambos lados de la frontera.
Y como la magia de los cuentos, solo alimenta al espiritu. Nos vimos obligados a sentarnos alrededor de largas mesas.
Las galletas fritas con flan y canela,del club de lectura de Dos hermanas, fueron la guinda perfecta.
Afuera podía seguir el diluvio. Dentro la guitarra y los cuentos eran un grato refugio

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