mesabucaco1.jpg
Restaurante João Vaz del Palace Hotel de Buçaco

“Y tal como nuestro primer amor no tiene por que ser automáticamente o necesariamente nuestro primer compañero de cama, nuestro primer restaurante no es o no necesita ser nuestro primer restaurante en un sentido literal, el lugar donde uno comió por vez primera en público y pagó por la experiencia (la olvidada gasolinera de la autopista en un viaje hacia el norte para ver a la tiíta el primer bollo de cafetería en premio de nuestro buen comportamiento durante las compras), sino mas bien el sitio donde uno se topó por vez primera con la cegadora y reconfortante amplitud de la idea de restaurante. Mantelerías tiesas; vajilla pesada y cargada de solemnidad; prístinas copas de vino, erectas y presentables como guardias en un desfile; un comando de cuchillos puntiagudos y afilados a la expectativa; el mobiliario humano de los otros comensales y de los camareros uniformados; y sobre todo la conciencia de que uno ha llegado por fin a un decorado diseñado principalmente para satisfacer sus necesidades: un vistoso palacio donde todo son atenciones.”
John Lanchester “En deuda con el placer”

Disfruto de la comida en casi cualquier sitio, tengo como uno de mis favoritos un mesón de madera y paja al borde de una ladera, un minimalista en ocres y rojos de una gran capital y el viento de una montaña llenándome la nariz de olor a pan y salchichón. No soporto la televisión (a veces varias) mientras como, ni tener que escuchar los gritos de la mesa de al lado ( o de la otra punta) o que los camareros me ignoren rotundamente (tampoco que estén encima).Pero obviamente si me remito a lo que dice Lanchester en su libro, mí primer restaurante sería el del Argentino Hotel de Piriápolis,donde pedí unos “penne a la rigolotti” y me trajeron los mismos fideos tirabuzones que comía en casa todos los días de presupuesto corto con aceite y queso, nada mas que con espárragos verdes. Estaba tan azorada de tantos vestidos largos, trajes y copas, que no lo disfruté.
Así que creo que le podría dar el palmarés a Le Chanteclair del Hotel Negresco de Niza.
Manuel lo eligió para celebrar uno de nuestros aniversarios. Durante años había leído novelas ambientadas en la Costa Azul, con encuentros de espías rusos, zares, queridas (La Bella Otero, Mata Hari, entre otras) batallas y amores se desarrollaron entre las paredes de este palacio de la Belle Epoque. . Inaugurado en 1913, es un verdadero museo, repleto de arte, que encontramos en cada rincón de sus grandes salones. Todo aquí es sorprendente, el singular uniforme azul y rojo de los porteros, conserjes y maleteros,inspirado en los pontoneros militares del Imperio; el busto de mármol blanco del
duque de Berry, hijo de Louis XIV, que ocupa el centro del vestíbulo; la chimenea de piedra blanca y el techo artesonado del salón de Louis XIV, al lado del hall,con magníficas pinturas; la fastuosa lámpara del gran salón real con 16.000 cristales de baccarat, construida por encargo del zar de Rusia; y la grandiosidad,riqueza arquitectónica y decoración.
Le Chantecler goza de una estrella en la guía Michelín. El chef es Bruno Turbot. El maître es Friedrich Mutter y el sumiller Patrick Millereau cada uno con sus respectivos ayudantes con chaquetitas de distinto color y largo. Tu tienes la sensación de que hay una extraña danza que se desarrolla a tu alrededor.En una mesa un americano abre una cajita y entrega un anillo, en otra un señor de edad del tiempo con pajarita a lunares lee mientras mansamente clava su tenedor en en la ensalada, mas allá un trío de hombres escucha la voz autoritaria de una mujer vestida de oficina Channel pese a ser la diez de la noche, aquí, nosotros dos encantados de humedecer el paladar con sabores nuevos.De repente todos los camareros con paso elegante pero veloz se plantaron al lado de las cortinas que cubrían hasta el suelo los ventanales,a una invisible señal todos descorrieron el cielo, mientras las luces de las arañas se atenuaban, en el mar las estrellas desaparecían bajo miles de fuegos artificiales. Se celebraba un aniversario más de la liberación de Niza de mano de los nazis, Manuel asegura que lo preparó todo para mí. Y que quieren que les diga, así como se que cada noche en Le Chanteclair preparan una coreografía de un siglo y la repiten como si fuera la primera vez y tu eres el mas célebre espectador, así se que esos fuegos tenían otro origen, pero lo que importa es que el final, fueron míos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *