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Desde hace unos días pasear por las carreteras es una delicia. Vayas donde vayas, olvidas el malhumor, la prisa o los atascos, cuando ves por encima de tu cabeza las mimosas en flor.
Es como si de repente, pese al frio, pese a la niebla, a la nieve incluso, la tierra dijera, ¡ánimo! ya falta menos para la primavera, toma un adelanto!
Y entonces las laderas de los montes amarillean.
Esas bolitas, pequeñitas y suaves como pelusa, se apurruñan en ramas doradas y es como si de repente el sol, bajara a acariciarnos. A soplarnos tibio en la oreja.

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