casaroja.jpg

La conocí sentada en primera fila. Absorvía mis palabras. Sentía como si toda ella era oídos y boca. Era una coleccionista. Luego me lo dijo. Cuando por encima de la mesa donde se mezclaban vasos, risas y aproximaciones, me acercó una libretita, mínima, donde me pidió que le dejara una palabra roja. “Es que estoy roja,- me dijo-”. Su camiseta lo era y según ella, nadie que se conozca mejor, su ánimo también lo era.
Me costó mucho. Yo que soy malabarista de palabras. Es que las mias, siempre son azules o amarillas, incluso a veces violetas. Pero tal vez por el cuento de Magda, el de Galeano, evito las rojas. Me reconocí en la cobardía de la no exploración, de la no aceptación de que todos los colores son el arcoiris. Me reconocí en el miedo a palabras que me sacaran de mis limites.
Por eso hoy te construyo una casa roja, para que instales tus sueños rojos y tus vestidos, rojos y tus besos rojos.
Por eso, aunque según Blanca la palabra que escribi era blanca, yo escribí “tolerancia”.
Creo que hoy en día es la palabra que esta mas sonrojada, mas avergonzada de ser tan poco utilizada. Por mi misma incluso

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *