Manuel, Nacho y yo salimos de carnaval por las rutas, una vez mas.Dirección Monasterio de Sobrado. A la entrada bajo una arcada se aloja una costumbre, para mi ,extraña de este pais. Cuando muere alguien se cuelgan esquelas por la ciudad. La madera tenia una sola esquela. pero lo que hizo que se me erizaran los pelos de la nuca, fueron las miles de grapas que tenía.
Algunas oxidadas, otras nuevecitas. Algunas onduladas, otras rectas.Algunas completamente incrustadas otras a medio salir, como si quien tuviera la triste tarea de anunciar la muerte, con la intensidad del grapeo, de alguna manera la frenara. Si, me imagine que las muy clavadas, ocultaban la rabiade ver partir un trozo de alma. Y que las muy sueltas, habian sido colocadas por la mano de alguien que soñaba que tal vez, si el fatidico papel se volaba, una brisa podia retornar al perdido.
Fuera como fuera, cada grapa era un recordatorio, un dedo que señalaba en el fondo de mi iris, el reflejo de una esquela, que algun dia llevaria mi nombre. pero la mia que no la grapen, que la enrollen y la metan en el hueco de una ceiba, para no oxidarme. Para florecer en rojo cada primavera

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