madidecuento 030.jpg

Subir al tren tempranito. Música en los oidos y una caricia al libro que dormía en mi brazo. Villaverde es una biblioteca enorme, de esas que uno quisiera tener para si.En abril había contado alli para adolescentes, ahora serian niños pequeños. Padres, madres y abuelos hacían cola con niñosbufandas para entrar a los primeros sitios. El salon estaba calentito, asi que en un rato todos estábamos en camiseta. De Tin marin llenó de polvitos mágicos los bolsillos asi que había cuentos para rato. Me gusta ver los ojitos de los niños cuando se meten tan dentro de las historias, uno tiene la sensación de que hay una pequeña pantallita ahí en el fondo, por donde pasa todo en multicolor.Me gusta compaginar sus suspiros con los mios y mis pasos con sus asombros y sus risas con mi alegría. El sábado, pese al dolor de garganta, cuatro funciones al día desde el martes, se notaban, me lo pasé en grande. Fui niña corriendo tras las palabras, fui alegria grande que se contagiaba para chicos y mayores (que ocupaban todas las sillas, eran mas) Besos y mas besos, achuchones y abrazotes para los valientes espadachines de los cuentos de Villaverde.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *