Entré a la cafetería con la misma aprensión que entro a cualquier sitio público, si debo entrar sola.Vencí la angustia a fuerza de grititos que soltaba mi estómago reclamando un café.Asi que me senté en un taburete de la barra y esperé. Siempre agradezco la mirada de quien atiende ya que soy incapaz de pedir algo si a mi lado hay mas gente,que irremesiblemente,aunque haya llegado después de mi, pide antes, con prisas y una seguridad que admiro.
A mis espaldas una mesa completa,rondaban mi edad (la que creo que tengo),algunos menos,chicos y chicas de atuendos modernillos pero reivindicativos,peinados originales,gafas de colorines y bolsos en bandolera de los que salían cigarrillos extraños,en fin teatreros.
O sea,colegas.Solo que yo no lo parezco.No suelo vestir a la moda general,siempre me pongo lo que me gusta y me da igual que se lleve o no,o si me identifica con un «grupo» social o cultural. Si me apetece ponerme vestido y tacones en medio de una reunión de izquierdosos progres de pantalones hippies y camisetas de batik,me lo pongo y no me avergüenzo de ponerme una marca. Al contrario, me chiflan, que pueda comprarlas es otra historia, pero a ver quien dice que no a un Prada…
Baja de las ramas Sole y al tema, que el grupo, deduje que tenían un montaje en el teatro vecino a la cafetería, debatía sobre como debía ser el humor de un espectáculo. Hablaban de un trabajo (que me encantó) que no arriesgaba,que tenía un humor muy amable,que no era subversivo.
«A la gente-sentenció uno- hay que joderla cuando viene al teatro,que se ría si, pero de lo imbecil que es»
«No-terció otra- ese es el error, hoy en día todo es para hacer reir, la gente tiene que venir al teatro a buscar en si misma,a pensar, para reir ya estan los políticos con su pan y circo al que todo el mundo entra»
La conversación siguio derroteros conocidos, que si la gente debe venir para oir-ver lo que tenemos para decir o si debemos oir-ver lo que la gente tiene que decir.Que si arriesgar,que si ser complaciente.
Me fui por los soportales, recordando aquellas tertulias eternas sobre Stanislavsky o Brecht,que si Wilson o Miller que si la revolución estaba en destruir un clásico o en tener ovarios de hacerlo con todas sus comas.
Hoy, pasadas muchas, muchas tertulias, muchas muchas funciones, aun no tengo respuestas, me da ternura y envidia la posibilidad de dar sentencias altaneras con la tranquilidad de la inconciencia,pero el camino me ha hecho preguntas cien veces.
E inevitablemente,hoy me las hago, que tipo de espectáculos quiero hacer,que tipo de espectáculos hago?
Arriesgo? Innovo? O solo vegeto en la comodidad de unos textos que me nacen del alma para desnudarme cada noche en escena de todas mis miserias,traumas,amores y odios.Estoy en la charca de la certidumbre del hallazgo?
¿O es verdad que todavía estoy aprendiendo a nadar?Al fin y al cabo «drama» quiere decir hacer. ¿Estoy haciendo?

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