Hoy quiero contaros la historia de Celeste Caeiro.
Seguro que muchos sabeis de quien hablo, pero seguro que hay muchos y muchas, que no.
En éste día de tanta memoria, no quiero olvidar a quien sin pretenderlo creó la imagen icónica del 25 de abril
Celeste, 40 años, bajita, hija de madre española militante del partido comunista y padre portugués que no conoció, trabajaba en un restaurante de Lisboa que el 25 de abril de 1974, celebraba un año abierto. Ella era ropera del local y ese día estaba previsto repartir claveles entre los comensales.
pero cuando llegó al trabajo esa mañana, el dueño les dijo que había una revolución que se fueran a la casa, que se llevaran las flores para no tirarlas.
Celeste al igual que otros empleados cogió un ramo y pensó
» Si hay una revolución, yo quiero ver lo que está pasando», Se desplazó hasta la plaza del Rossio, justo al inicio del Largo do Carmo, donde los tanques de los sublevados aguardaban nuevas órdenes en una tensa espera desde la madrugada.
Preguntó a un soldado que era lo que pasaba y éste le dijo que iban para el Carmo a detener a Marcelo Caetano que era el presidente heredero del régimen de Salazar .
Luego le pidió un cigarrillo y ella no fumaba, así que pensó en comprarle algo de comer, pero todo estaba cerrado y le dio lo que tenía, claveles. El soldado puso uno en su fusil y entonces los demás comenzaron a pedirle los otros que tenía en el ramo.
Y así comenzaron avanzar por la calle.
Celeste caminó hacia la Iglesia de los Mártires y a cada soldado que encontró en el camino, le fue dando un clavel.
Muchas gente al ver a los soldados con flores, corrieron a buscar más y así se construyó esa imagen que todos y todas tenemos en nuestro corazón.
A Celeste la bautizaron como «Celeste dos cravos de abril» y aún hoy, ella sigue contando la historia de aquel día.
Cuando va a las escuelas, la pregunta más repetida es «Señora usted porque no es famosa»
Ella ríe y vuelve a la calle, donde sigue manifestándose por las cosas que considera justas.
Hoy que por éstos lares estamos llenos de palabras y gestos a favor del odio y la desigualdad, deberíamos seguir el ejemplo de Celeste y llenar, no las armas, pero si las urnas, de flores revolucionarias.
Tal vez así los versos que le dedicó Rosa Guerreiro a Celeste
cobren sentido en nuestra tierra, antes de que el odio acampe.
«Foste o vaso, foste a terra
Onde o craveiro aflorou.
E assim amainaste a guerra,
A guerra que não sangrou.»