Un dolor atroz atravesó su pecho, cegó sus ojos, cerró su boca y mientras vestido de frac negro con su camisa de seda comprada a la tarde y su pajarita atada por catálogo, corría a su encuentro, nunca pensó que el día terminaría asi.
Desde detrás de un árbol, ese donde siempre esperaba, vio el fulminante cierre de su alegría y el inicio de la oscuridad.Horas, días, deambuló bajo los puentes, la niebla acortaba las calles y nublaba su sentir. Dolor, dolor, dolor. Burbujas axfixiantes de pena, que no dejan ver el paso final.Los acordes resonando en sus oídos, hasta aturdir y luego caer, caer, caer. Sin tiempo medido, fue el tiempo perdido en altamar, hasta que una mano aspera, movió su cabello pajizo de sal, pegado a su frente. Las preguntas se suceden, hombres de gris, hombres de azul, hombres de blanco.Arena y resaca le rodean, hasta no dejarle pasar el rayo de luz de las respuestas.
Mañanas mas tarde, frente a la pregunta de un papel, su mano traza un dibujo.
Una mano compasiva le atraviesa pasillos hasta una capilla y a un lado de un modesto altar, a un piano.
Sus manos recorren un territorio conocido, un remanzo, que en la orilla deja la pena y durante horas, su corazón sangra y asi lo hace y lo hará hasta la última gota.

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