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El autobús recorre la estrecha carretera entre Teruel y Madrid. Cada pueblo es una parada. Cada pueblo es un muestrario de arte mudéjar tan aragonés, de casas tan aragonesas, de tierra tan naranja que las amapolas se sonrojan de envidia. En cada pueblo ondea la bandera amarilla de las líneas rojas, las que se dice hizo no se que rey con sus dedos empapados en su sangre.Pero los que suben al bus, son negros, rumanos, ecuatorianos y bolivianos. Cada uno lleva sus ropas mas nuevas, huelen a mercadillo chino de tan baratas y a jabón de marsella, van repeinados hasta el pueblo vecino a visitar la comadre o la hermana. Paseo del inmigrante que se concreta en la plaza porque cada uno vive en casa del patrón, así que ni sala o cuarto tienen para recibir. El pimiento viene bien, pero mejor la alcachofa tercia otro, el que sabe de la uva dice donde pagan 3 céntimos mas y la que dejo tal casa avisa que allí se come poco. Pero se come, tercia alguien y todos ríen de la miseria que quedo lejos sin darse cuenta de como les ronda.
El conductor ríe con ellos, se lo hago ver, es algo raro, me dice que sin esa gente el no tendría trabajo, el campo estaría vacío, que vengan, que vengan que la tierra esta renaciendo con ellos.
A lo lejos se divisa la impresionante muralla de Molina de Aragón, pero en la curva, esta el corte a la admiración, un coche de la guardia civil nos detiene.
El conductor pregunta si alguien necesita la puerta de atrás, una parejita de cuarenta años entre los dos, le dicen que si, la policía sube, dando voces de que saquemos la documentación, ellos corren entre la amapolas y la cebada, el jersey amarillo sol de ella es una centella que abre caminos, los ojos de noche sin luna de el se abren como bocas aterrorizadas y le ocupan toda la cara y corren. Un guardia le recrimina al conductor y le recuerda que ya le habían dicho que no abriera atrás, el le ronronea algo de un sistema de bloqueo conjunto blablabla.
Dos rumanos tienen una carta en portugués, de residencia en trámite, pero en Portugal, pues allí quédese, que hace aquí, que mi hermana, que ni tu tía, para comisaría!
El emigrante no puede pasear por Europa.
El bus continúa.
A la salida del pueblo marcha lento, me dice que muchas veces, dan un rodeo y lo cogen por allí, esta vez no es así.
-Es la diferencia, de tener o no tener papeles, me dice el conductor con cara de gallina que ha perdido un par de polluelos.
El viaje sigue y las amapolas son ríos rojos que surcan el campo, ríos que tal vez, esto la policía no lo sabe, tienen barcas diminutas, donde suben los sin papeles y llegan antes a los pueblos, sin dolor de espalda de incómodos asientos, sin miedos a guardias de carretera y empapados de rocío perfumado de la mañana.
Quien tiene más, quién tiene menos…

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