Supongo que ya me tendría que haber acostumbrado. De hecho ya he perdido la cuenta de las veces que he ido a actuar a la capital. Sin embargo se ve que mi lado de provinciana latina, se encoje un poquito a medida que a lo lejos ve las torres y los nudos de sus calles. Sin embargo luego, siempre que llego, me deleito con las voces de mil acentos de su Gran Via. Me dejo la columna en posturas extrañas para leer los grandes carteles. Me tengo que recordar que debo estar atenta porque de cualquier lado te pueden llevar el bolso si vas tan boca abierta. Pero me encanta abrir la boca y dejar que la suave lluvia me moje la nariz y me despierte una vez mas a la realidad de que yo estoy alli.Con sus desquiciados particulares, con sus sofisticadas niñas, sus compradores de oro, sus vendedores de rolex y sus ofertas de libros. Mezclado todo con los pasos veloces de los inmigrantes que recien tenian una sábana larga de discos, medias y pendientes y ahora corren en miles de direcciones con sus atadillos de la comida que tal vez no llegue ese día.La policia les acelera la huida con gritos. Pero todo eso se pierde en un segundo. Madrid, se sacude el asombro y vuelve a ponerse su cara de señoritinga indiferente y se mete en el metro. Como yo,que todavía debo dejar la maleta en el hotel y marchar rumbo a los oidos de esta noche.

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