Hay libros que dejan huella, que se meten en los adentros y que a los que escribimos modestamente nos crean un complejo de ineptos de gran calado. Es, salvando las distancias, como cuando lees algún capítulo suelto de El Quijote, no importa cual. En ese momento decides no poner nunca jamás una palabra detrás de la otra porque la novela de las novelas ya ha sido escrita.” La puerta”, de Magda Szabó, la decana de la literatura magiar,una autora con muchos años encima y no por eso menos lúcida , es oro líquido y purísimo que penetra sigilosamente en el corazón.
Yo no sé si “La puerta” es la historia de una amistad, o la historia de unas vidas, o la historia de una época… Pero la intrincada red que se va tejiendo entre la narradora y la asistenta (o empleada de hogar en un lenguaje políticamente correcto), Emerenc, lo sutil y a la par vulgar, por conocidas, de las complicadísimas relaciones entre los humanos, son diseccionadas aquí al milímetro al mismo tiempo que se va desenredando un halo de misterio que impregna toda la narración.
Magda Szabó tuvo como empleada a Emerenc en la realidad y fueron amigas durante veinte años. Emerenc es todo un personaje, especialísima, una mujer ya vieja, inaudita, misteriosa, con una fortaleza tanto física como espiritual a prueba de bombas. Lo que tiene que hacer, lo hace, Cuando no tiene que hablar, no habla. No se separa ni un ápice del guión que tiene escrito para su propia vida. Y al tiempo es solidaria, cariñosa, se ocupa de sus semejantes, y de los animales…
“Fue así como en el transcurso de los años nuestra relación se fue cimentando. La propia Emerenc había fijado sus límites, el statu quo que se preocupaba de mantener a largo plazo y sin variaciones sensibles. Aún después de aquel episodio excepcional, me siguió recibiendo en la antesala como a cualquier extraño.” Una obra maestra honda y profunda como el dolor que sintió Szabó cuando los tanques soviéticos entraron a saco en su país en 1956.

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