Había una vez una niña que soñaba mucho, soñaba tanto que su madre de vez en cuando le tenía que atar un dedo con un cordel a la pata de la cama, porque tenía miedo que una mañana al despertar ella no estuviera.
Pero ni el cordel, ni las advertencias de que la vida es machacona con los sueños altos, hicieron que esta niña, dejara de soñar.
Una y otra vez tuvo que desandar caminos, romper prejuicios, dar algún que otro mamporro, pero ella siempre siempre, seguía adelante con su erre que erre.
Un día se vio delante de cientos de personas declamando poesía, y otro día haciendo radionovelas y otro arriba de un escenario. Y vino el cura a decirle que igual era mejor ser modista o peluquera, y la madrina a convencerla de que su padre hubiera preferido abogada o militar.
Pero la Maestra Tereza al verla llorar en el patio de la escuela, la abrazó fuerte y le dijo:
-Negrita, lo que llevas acá dentro es un motor inmenso que te llevará donde quieras. No va a ser fácil, no lo es para nadie, menos para una niña como tu. Pero el mundo tiene que cambiar «se precisan niñas para amanecer»
Y la niña sintió que en el rincón del pecho que tocara su maestra, brotaba algo enorme.
Y eso le dio fuerzas para vencer el miedo, ese que acecha cuando hombres malos te llaman desde detrás de un árbol, cuando en las obras de teatro apostaban por la actriz rubia antes que la morena, cuando no había dinero para el ballet o ese vestido que todas tenían o esos libros que tanto adoraba.
Y en su collar de noes ella fue coleccionando perlas pequeñitas de síes.
Por esa niña que fui, por las niñas que por el mundo andan peleando contra los no gigantescos de una sociedad que cambia mas lento de lo que ellas crecen.
Feliz día de la niña!

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