Como elefante en una cacharrería o de como la Sole se viene arriba con facilidad.
Por cuestiones mas que nada de trabajo, este año no he tenido tiempo de ir a las rebajas en esos días de colas descomunales, así que ya había olvidado la sensación de abarrotamiento de algunos sitios.
Colas eternas para pagar, cajeras que alimentan al señordueñodelsuper, y conversaciones que demuestran el nivel de frustración, cansancio o estrés que tiene cada pareja que espera.(¿Por qué al hiper hay que ir en pareja si es sábado?)
Me maravilla siempre el momento en que la cola se detiene para que la cajera ponga la recaudación en unos tubos de plástico transparente, los cierre con una extraña tapa y los introduzca luego en un tubo que emite un sonido aspirado extraño. Imagino entonces una cabeza hídrica, con una boca llena de dientes verdes en forma de triángulo, carcajadas sibilantes y ojos brillantes del señordueñodelsuper, engordando sus caudales con nuestra generosa aportación.
Estaba por comenzar con uno de mis deportes matemáticos, que consiste en hacer un promedio de lo que pagará cada persona y multiplicarlo por cuantos pasan durante un período de tiempo X; malsana curiosidad que me deja entrever cuantos euros entran por minuto en la cuenta corriente de ciertos señores, actividad que me ha llevado incluso a calcular lo que pagan de IVA, por empleados, alquileres y demás, en una extraña e inútil (para una artista) virtud de calcular cifras a una buena velocidad. Pero ésta vez no llegué muy lejos en mis cálculos, ya que una pareja atrajo mi atención.
Y sobre que los vi, noté que no eran los únicos, es más, se podía decir que la única que no estaba en el complot de ese día, era yo. La consigna , resonaba por los altavoces en plan sentencia. “Lleve solo hoy su TV de plasma, por 499. Su supermercado, le hace feliz”
A mi alrededor, decenas de cajas enormes.
¡La invasión de las imágenes tamaño ventana!
Ventana grande!
La señora de la pareja que me llamó la atención primero, miraba hacia la caja de cartón, con una desolación que contrastaba con la felicidad infantil de su cónyuge mientras comentaba:
-¡Pero “eso” no tiene espacio arriba para poner mis porcelanas!
Yo que no tengo ninguna, la entendí y hasta me preocupé, al hacer un cálculo mental de todas las porcelanas que hasta no hace mucho campeaban orondas en las tremendas cajas de los antiguos y queridos televisores de tubo, y que ahora que la reina de los hogares, se ponía a dieta y se modernizaba, dando paso a la pantalla plana, ¿dónde irían a parar
tantas bailarinas de puntillas, tantas golondrinas emprendiendo el vuelo, tantos delfines, cisnes, elefantes de la suerte?

Aquellos queridos e infaltables elefantes de porcelana de los hogares del Uruguay, con su trompa enroscada hacia arriba y un billete atado en ella para dar suerte.
Hoy que existe el fen shui (para los occidentales, en oriente lleva mil años) hay una explicación sobre la suerte que los elefantes blancos dan, merced a la diosa Shiva, pero para mi madre, mi abuela y las vecinas, la explicación era tan práctica como tener por todos los rincones conjuros y consignas para atraer el dinero. Una planta que con su sola presencia aseguraba el caudal, o poner bajo el plato de ñoquis el 29 de cada mes, un papel de 20 pesos.
O la infaltable costumbre de atar a la trompa del elefante un billete , que previamente doblabas al medio y decías “que se me multiplique por mil” y volviéndolo a doblar decías ” y por mil otra vez”, y con ese gesto comprometías al destino para que alfombrara tus pasos de riqueza.
Varios elefantes pasaron por encima de la tele de mi infancia, es lo malo de la porcelana se rompe de un plumerazo, pero nunca entró el dinero a mi casa.
Pero así y todo mi madre cuidaba, y cuida, esas porcelanas como su tesoro, que heredaré algún día.
Volviendo al presente, con un escalofrío, visualicé una procesión de figuritas, cabizbajas y lagrimeantes.
Alguna comentando:- Les dije, les dije que se venía el fin, el complot de las pantallas… Han vencido, ya no hay sitio para nosotras en el mundo, las casas son cada vez más pequeñas, los muebles están cada vez mas pegados a las paredes y nosotras somos personajes de repisas extensas.
Y detrás de las figuritas, plumeros cabizbajos, vencidos por el robot que aspira solo (otra oferta del fin de semana) y detrás marcos de fotos desplazados por rutilantes marcos digitales
(la oferta que comienza el lunes) y cual Sims destructor, vi delante de mí como se levantaban unos hogares estéticamente planos, extraordinariamente libres de objetos que aunque horribles tienen detrás la historia de una tarde en el mercado, un domingo en la feria, un novio de mal gusto, la foto 37 de un carrete que aun falta revelar…
… y cual Lara Croft me quité el abrigo (ella siempre exhibe caderas) pegué un salto y me subí al mostrador de la asombrada cajera y de la pareja que estaba por firmar con el lápiz electrónico en la pantallita que nos ha liberado de tantos resguardos de papel y comencé gritar a los cuatro vientos:-¡Porcelanas del mundo uníos! Exijamos hogares con más metros cuadrados, hagamos espacio para las muñequitas y los zapatitos, para los alhajeros, gatos, gallinas y cisnes de color pastel y oro que llenan vitrinas y cajones de trasteros. No permitamos que las imágenes de las películas y partidos se vean limpias de vuestra perturbadora presencia. Vuelvan a su sitial para ser veladores de la suerte, traumatizadores de niños y descargadores de furias conyugales. Vuelvan para ser minuciosamente limpiados y abrillantados, vuelvan para ser el accidente que deja sin paga, la vergüenza frente a la primera novia, el regalo que se compra de urgencia y luce toda una vida!
Y ya me veía yo marchando por las calles cual Flautista de las figuritas, cuando el pitido de una alarma, me anunció que me estaba marchando del supermercado con una cesta llena de carne, leche, zumos y verduras, sin pagar.
No se me ocurrió mejor explicación que decir:
-Es que me he dado cuenta que me quiero llevar una pantalla plana e iba a buscarla. Disculpe, estaba saliendo por el lado equivocado.
Evidentemente, fui víctima de la fiebre consumista del sábado a la tarde. Me pasée por las estanterías de los champús un rato y finalmente me fui a otra caja, detrás y delante de sendas pantallas planas.
Mejor me voy a navegar un rato por el lado de los sueños.
ilustra Kaatje Vermeire

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