Por allí anda mi principito estos días (tal vez por eso estoy tan apagada), así que querida amiga mexicana, que me pides que me cuente algo de tu tierra, seguro que luego que él venga veré a través de sus ojos lo que tu ves a diario.
Por si te alegra te digo que subo al escenario con un colgante de plata que un amigo muy querido me envió desde Coyoacán, no puedo salir a escena sin él
Hace muchos años, conté durante mucho tiempo algunas historias de Angeles Mastreta, esa paisana tuya que tan bien cuenta, aquí te mando una de las historias que de vez en cuando saco a relucir cuando me encuentro con una amiga que no sabe muy bien para donde agarrar con el malnacido que tiene al lado (y con todos los porques que nos traban)

“La tía Sara, estuvo casada con un señor al que abandonó, para escándalo de toda la ciudad, después siete años de vida en común. Sin darle explicaciones a nadie. Un día como cualquier otro, la tía Sara levantó a sus cuatro hijos y se los llevó a vivir en la casa que con tan buen tino había heredado de su abuela.
Era una mujer trabajadora que llevaba suficientes años zurciendo calcetines y guisando fabada, de modo que poner una fábrica de ropa y venderla en grandes cantidades, no le costó más esfuerzo que el que había hecho siempre. Llegó a ser proveedora de las dos tiendas más importantes del país. No se dejaba regatear, y viajaba una vez al año a Roma y París para buscar ideas y librarse de la rutina.
La gente no estaba muy de acuerdo con su comportamiento. Nadie entendía cómo había sido capaz de abandonar a un hombre que en los puros ojos tenía la bondad reflejada. ¿En qué pudo haberla molestado aquel señor tan amable que besaba la mano de las mujeres y se inclinaba afectuoso frente a cualquier hombre de bien?
– Lo que pasa es que es una cuzca –decían algunos.
– Irresponsable –decían otros
– Lagartija –cerraban un ojo.
– Mira que dejar a un hombre que no te ha dado un solo motivo de queja.
Pero la tía Sara vivía de prisa y sin alegar, como si no supiera, como si no se diera cuenta de que hasta en la intimidad del salón de belleza había quienes no se ponían de acuerdo con su extraño comportamiento.
Justo estaba en el salón de belleza, rodeada de mujeres que extendían las manos para que les pintaran las uñas, las cabezas para que les pusieran los rulos, los ojos para que les cepillaran las pestañas, cuando entró con una pistola en la mano el marido de Consuelito Salazar. Dando gritos se fue sobre su mujer y la pescó de la melena para zarandearla como el badajo de una campana, insultándola y contando sus celos, maldiciendo a su familia política, todo con tal ferocidad, que las tranquilas mujeres corrieron a esconderse tras los secadores y dejaron sola a Consuelito, que lloraba suave y aterradoramente, presa de la tormenta de su marido.
Fue entonces cuando, agitando sus uñas recién pintadas, salió de un rincón la tía Sara
– Usted se larga de aquí –le dijo al hombre, acercándose a él como si toda su vida se la hubiera pasado desarmando vaqueros en las cantinas – .Usted no asusta a nadie con sus gritos. Cobarde, hijo de puta. Ya estamos hartas. Ya no tenemos miedo. Deme la pistola si es tan hombre. Valiente hombre valiente. Si tiene algo que arreglar con su señora diríjase a mí, que soy su representante. ¿Está usted celoso? ¿De quién está celoso? ¿De los tres niños que Consuelo se pasa contemplando? ¿De las veinte cazuelas en las que vive? ¿De sus agujas de tejer, de su bata de casa? Esta pobre Consuelito que no ve más allá de sus narices, que se dedica a justificar sus necedades, a ésta le viene usted a hacer un escándalo aquí, donde todas vamos a chillar como ratones asustados. Ni lo sueñe, berrinches a otra parte. Largo de aquí: largo, largo, largo –dijo la tía Sara tronando los dedos y arrimándose al hombre aquel, que se había puesto morado de rabia y que ya sin pistola estuvo a punto de provocar en el salón un ataque de risa -. Hasta nunca, señor –remató la tía Sara -. Y si necesita comprensión vaya a buscar a mi marido. Con un poco de suerte igual hasta logra que también de usted se compadezca toda la ciudad.
Lo llevó hacia la puerta dándole empujones y cuando lo puso en la calle, cerró con triple llave.
– Cabrones éstos –oyeron decir, casi para sí, a la tía Sara
Un aplauso la recibió de regreso y ella hizo una larga reverencia
– Por fin se lo dije –murmuró después
– Así que a ti también –dijo Consuelito.
– Una vez –contestó Sara, con un gesto de vergüenza
Del salón de Inesita salió la noticia rápida y generosa como el olor a pan. Y nadie volvió a hablar mal de la tía Sara Huerta porque hubo siempre alguien, o una amiga de la amiga de alguien que estuvo en el salón de belleza aquella mañana, dispuesta a impedirlo.”

16 thoughts on “Mexico

  1. Muchas gracias por tu relato, de verdad que así somos las mujeres mexicanas, les dejamos creer que son ellos los que nueven al mundo hasta que nos cansamos.

    Pero ¿Cómo es que nunca has estado en México? Yo te invito!! Serás más que bienvenida en ésta tu casa, de verdad, si te interesa venir a contar tus historias tal vez podría conseguirte algunas fechas.

  2. Muchas gracias por tu relato, de verdad que así somos las mujeres mexicanas, les dejamos creer que son ellos los que nueven al mundo hasta que nos cansamos.

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  3. Muchas gracias por tu relato, de verdad que así somos las mujeres mexicanas, les dejamos creer que son ellos los que nueven al mundo hasta que nos cansamos.

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  4. Muchas gracias por tu relato, de verdad que así somos las mujeres mexicanas, les dejamos creer que son ellos los que nueven al mundo hasta que nos cansamos.

    Pero ¿Cómo es que nunca has estado en México? Yo te invito!! Serás más que bienvenida en ésta tu casa, de verdad, si te interesa venir a contar tus historias tal vez podría conseguirte algunas fechas.

  5. Es curioso cómo la gente es capaz de murmurar, criticar y haste de gritar a los cuatro vientos las intimidades imaginarias de quien no tiene ni idea de qué ocurre tras los muros del hogar, pero como dicen por aquí, el tiempo se encarga de colocar a cada uno en su sitio.
    Saluditos, white (http://blogs.ya.com/todowhite)

  6. Es curioso cómo la gente es capaz de murmurar, criticar y haste de gritar a los cuatro vientos las intimidades imaginarias de quien no tiene ni idea de qué ocurre tras los muros del hogar, pero como dicen por aquí, el tiempo se encarga de colocar a cada uno en su sitio.
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