Adoro los mercados que aun no han sido invadidos por los productos hechos en serie.
Adoro la imperfección gloriosa de los quesos hechos uno a uno, de los embutidos de tamaños dispares, de los atados de hierbas secas con lazos de colores. Las bolsas de lienzo donde duermen los olores y colores que nuestras comidas pondrán a gloria.
Mi nariz se expande, mis ojos se dilatan, mis manos se estiran para perderse entre sésamos, cardamomos, adobos, oréganos, laureles o cominos. Las ñoras me colorean, las pimientas me alteran. La nuez moscada me aturde, el estragón me subleva y el curry…necesito el diccionario porque no tengo palabras, que solo soy en esos momentos un pasito errante, que se desliza suave entre estelas de aromas.
Y aunque pase el tiempo cierro los ojos y allí aparecen en su esplendor, danzando para mi decorados con telas de Provenza o italianas, como este de Ajaccio.

4 thoughts on “Los sentidos de fiesta

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