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Las Ingeniosas del Hidalgo

El Quijote en la voz de sus mujeres

Dulcinea del Toboso recibe una de las cartas mas bellas de la literatura universal:

Soberana y alta señora:

El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu hermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de acorrerme, tuyo soy, y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.

Tuyo hasta la muerte,

El caballero de la Triste Figura.

Carta por la que seguramente más de una daría sus cabellos para ser la destinataria.

Pero tal vez por ser nosotras, señoras de carne y huesos, más de lo primero que de lo segundo, con seguridad, jamás podríamos competir con tan imaginaria e idealizada dama. Pues en el Quijote conviven con Dulcinea una serie de mujeres a cual de todas mas digna y merecedora de misiva igual.

Por ingenio, por frescura, por donaire o por valentía este hilo de historias se dedica a traer al oyente las voces de:

Quiteria, quien en plena boda con Camacho el rico, recuerda su amor a Basilio el pobre, ateniéndose a una lógica para nada cuantitativa y contrae enlace con quien por ella vive

O la de:

La Pastora Marcela, cuyo discurso es permanente escuela de retórica y enseñanza para todos, mujeres y hombres. Discurso con el que finalizaba las charlas con sus amantes

O:

Claudia Jerónima , Cervantes, que no da puntada sin hilo, personaliza en esta joven su concepción de la libertad de la mujer con límites tan amplios en los que incluso cabe un error grave como la muerte.

Asi que esta cuentera antes que hacer migas con las enemigas del amor, prefiere unir filas con aquellas, que sin ser protagonistas, sin alharacas ni aspavientos, cuentan del ingenio de mujeres tan comunes y tan únicas como cualquiera de nosotras.